Los expertos consultados coinciden en que la aplicación de la Ley de Dependencia ‘no va al ritmo esperado’ y lamentan que sean muy pocas las personas que se benefician de estos servicios. ‘Es comprensible que surjan dificultades a la hora de poner en marcha una iniciativa tan compleja, pero es difícil explicar la lentitud con la que se está aplicando’, señala Julio Hernández Borge, profesor de Geografía Humana de la USC.
‘Es un problema fundamentalmente económico’ según Gerardo Hernández, que también reparte responsabilidades entre el Gobierno y la ciudadanía. ‘Todo lo esperamos del Estado, pero casi todo se resuelve en la familia, tanto en lo afectivo como en lo efectivo’. Los últimos informes publicados coinciden en que las políticas públicas deben promover el mantenimiento de las personas mayores en su entorno familiar, con la implicación del mayor número de miembros.
En Galicia la mayoría prefiere quedar en casa, sea por la fuerte reacción de los propios mayores a ser ingresados en centros residenciales o por el sentimiento de culpa de las familias a la hora de enviarlos. ‘¿Quere que a xente da vila diga que abandono ó meu pai no asilo?’, alegan muchos. ‘Coma na casa non o van coidar en ningún sitio’.
‘La reticencia a ir a una residencia para la tercera edad no es sólo de los mayores, sino también de los familiares’, explica Hernández Rodríguez. ‘Hay muchos programas de respiro en los que no se cubren las plazas ofertadas. Los centros de día pueden ser una solución muy válida para compatibilizar el cuidado de estas personas con la vida laboral’.
Carga para la mujer
Ese apego al hogar familiar ha obligado a la mujer a asumir desde siempre el papel de cuidadora. Ahora muchas trabajan fuera de casa y no pueden prestar la misma atención que sus madres les prestaron a sus abuelos y abuelas. ‘Las generaciones presentes y futuras asistiremos a importantes cambios motivados por la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa’, indica Hernández Borje, ‘la conciliación de vida familiar y laboral sigue siendo una asignatura pendiente’.
‘Hombres y mujeres estamos capacitados para cuidar a personas dependientes; es cuestión de voluntad, como ocurre a la hora de repartir las tareas domésticas’, apunta el sociólogo Gerardo Hernández. Si trabajan ambos, el nivel de estatus y el sueldo suelen ser factores determinantes para decidir quien se encarga del cuidado de los dependientes; se queda en casa el que menos gana. Aunque muchas personas mayores prefieren que una hija se encargue de su aseo personal, la lógica invita a rechazar algunas excusas masculinas (‘Es que mamá contigo se entiende mejor’). El cuidado es cosa de todos.
‘En Galicia, como ocurre casi todos los países del sur de Europa (España, Portugal o Italia), somos más reacios a estar la última etapa de nuestra vida en una residencia. Un ciudadano de Suecia sabe que con 60 años está próximo su ingreso en la residencia y lo asume con naturalidad’, explica Julio Hernández.
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