La exigencia de poner en marcha en las empresas un Plan de Igualdad puede verse, más allá de la obligación legal, como una oportunidad para mejorar la gestión de la empresa, integrando en su cultura los beneficios que se derivan del valor de la diversidad.
Desde esta perspectiva se abordó ayer la sesión de trabajo "El plan de igualdad. Un primer paso hacia la gestión de la diversidad", organizada por la Fundación Etnor, y que contó con la participación de Roberto Ballester, gerente de Etnor, y Amalia Belenguer, socia-consultora de Inmerco Marketing.
Para los ponentes, la diversidad es una realidad del contexto en el que se hallan inmersas las empresas, y de cómo se gestione depende que se convierta en un valor para la empresa o, por el contrario, en un problema.
"Las empresas viven en la realidad de una sociedad diversa, compuesta por clientes diversos y que, por lo tanto, debe ser entendida, analizada y comprendida por empleados diversos que generan una empresa diversa", afirmó Ballester.
Para Amalia Belenguer, existen tres dimensiones de una política de igualdad: la infraestructura legal, que a partir de la Ley de 2007 obliga a las empresas de más de 250 trabajadores a la elaboración de un plan; una estructura operativa, que orienta los procesos de gestión interna; y una superestructura cultural, que genera valores de igualdad en la empresa.
Lo interesante es desarrollar un plan de igualdad desde esta última perspectiva, pues "para conseguir un cambio en los valores y cultura de la empresa no basta con aplicar la ley. Es necesario un cambio de actitud de la directiva para la total comprensión de la diversidad", concluyó Belenguer.
Entre las ventajas de gestionar este nuevo valor para las empresas, los conferenciantes destacaron la atracción y retención del talento, la fidelización de los clientes, y la satisfacción y conciliación de los empleados para un pleno desarrollo de su vida tanto profesional como personal.
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