El transporte aéreo afronta una crisis cuyo alcance es difícil de evaluar en estos momentos porque el problema es doble, por un lado, caen los ingresos y, por otro, se incrementan los costes, debido a la escalada del precio del petróleo.
Así lo afirmó en Estambul el director general de la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA), Giovanni Bisignani, quien advirtió, además, de su potencial impacto sobre la economía global, dado que se trata de un sector que genera 32 millones de puestos de trabajo y un negocio de 3,5 billones de dólares anuales.
En una rueda de prensa ofrecida con motivo de la 64 asamblea general de la IATA, Bisignani explicó que el transporte aéreo se encuentra ante una crisis muy diferente a la que sufrió tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EEUU con la caída de la demanda.
Esta vez, la ralentización del crecimiento económico, iniciada con la crisis crediticia en Estados Unidos, ha arrastrado a la baja los ingresos de las compañías aéreas, mientras que el precio del combustible se ha duplicado en un año, hasta superar los 130 dólares por barril.
De esta forma, el queroseno llegará a representar este año un tercio de los costes operativos de las aerolíneas tradicionales de red y la mitad de los de las compañías de bajo coste, por lo que, a juicio de Bisignani, tendrá un mayor impacto económico sobre estas últimas, aunque todo el sector sufrirá sus consecuencias.
Para evitar un desplome, la industria aérea necesita cambios urgentes que implican la colaboración de los gobiernos, los socios industriales y los trabajadores.
La aportación gubernamental pasa por completar el proceso de liberalización del transporte aéreo iniciado hace 30 años, ‘haciendo pedazos los 3.500 acuerdos bilaterales’ que existen todavía, pese al avance que ha supuesto el acuerdo de ‘cielos abiertos’ firmado entre la Unión Europea y EEUU, y reemplazarlos por una hoja de papel limpia sin referencias a ningún tipo de regulación comercial.
‘Ya es hora de dejar que la política y las banderas definan nuestro negocios en lugar de las marcas y las empresas’, apostilló Basignani.
También ha solicitado a los gobiernos y la Unión Europea que no impongan más impuestos ‘disparatados’ en materia de medio ambiente porque el sector ha trabajado duro para reducir sus emisiones de dióxido de carbono.
Y mientras las compañías aéreas invertían en nuevas flotas más eficientes y optimizaban sus rutas, la UE ha sido incapaz en 17 años de aprobar el acuerdo de ‘cielo único europeo’, que habría evitado la emisión de 12 millones de toneladas anuales de CO2 en dicho período, opinó.
El reto de llevar a buen puerto ese importante acuerdo -aún más necesario en la actual situación- estará ahora en manos de Francia, que ocupará la presidencia europea el próximo 1 de julio.
Bisignani también ha denunciado la falta de coordinación de los estados en lo que se refiere a las medidas de seguridad impuestas para el transporte aéreo después del 11-S y que, desde entonces, han costado 30.000 millones de dólares a las aerolíneas y sus clientes, además de mucha frustración e incomodidad.
Otra cuestión urgente es la regulación del monopolio, para terminar con situaciones como la del aeropuerto londinense de Heathrow, donde la Autoridad de la Aviación Civil (CAA, por sus siglas en inglés) del Reino Unido ha incrementado las tarifas un 50 por ciento en los últimos cinco años y planea una subida del 86 por ciento en los próximos cinco.
Por ello, el mensaje del director general de la IATA a los socios industriales del sector ha sido muy sencillo: ‘Estamos juntos en ello. No mordáis la mano que os alimenta’, mientras que a los trabajadores ha pedido que entiendan que el empleo desaparecerá si los costes no se reducen.
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