A él, responsable de la cafetería de la Escuela Politécnica, en el campus universitario de Cáceres, le viene de maravilla tanto interés de los extremeños por trabajar en la Administración pública. «Aquí estamos para trabajar lo que haga falta», asegura apresurado porque este fin de semana es jornada grande de oposiciones: 13.945 personas han sido admitidas para realizar la prueba de celador, y aspiran a una de las 106 plazas ofertadas por el Servicio Extremeño de Salud, SES.
Extremadura es la comunidad que más trabajadores dependen de la Administración, el 22%, casi una de cada cuatro personas. «En la región no hay un tejido industrial fuerte ni empresas grandes; la Junta de Extremadura es la principal empresa a la hora de crear trabajo», reflexiona José Fernández Vidal, secretario autonómico de CSI-CSIF.
«Saben que estudiarán fuerte dos, tres, cuatro años, y que luego tienen un puesto asegurado y no muy exigente para toda la vida», asegura Ángel Cordero, de la Academia de Oposiciones Corpe, en Cáceres, que acumula dos décadas de experiencia.
Por falta de otras salidas laborales o por falta de ánimo para intentar otras aventuras profesionales, el caso es que la Junta de Extremadura paga cada mes la nómina de 46.544 personas, funcionarios o laborales, trabajadores de las distintas consejerías, del SES o de la Administración educativa. La mayoría son mujeres, cerca de 29.000.
A todos ellos hay que sumar 2.770 que componen la plantilla de la Universidad, entre profesores y personal de administración y servicios.
La cifra sigue creciendo. La oferta de empleo público para 2008 contempla 1.256 empleos, la mitad del ámbito docente no universitario, aunque una parte, 359, corresponde a promociones internas para trabajadores interinos que tienen la oportunidad de consolidar su puesto de trabajo.
Es la forma más habitual de acceder a la Administración, confirma Cordero. «Conseguir plaza a la primera es complicado, puede haber algún caso, pero es difícil lograrlo. Lo normal es entrar por abajo», es decir, aprobar la oposición pero sin plaza, quedar en bolsa de trabajo y aprovechar las interinidades para acumular puntos que sumar a una segunda nota de oposición.
«Los temporales están sobre todo en los servicios centrales de Mérida», agrega.
Ofertas públicas
Según el Boletín Estadístico del Ministerio de Administraciones Públicas, la mitad de los empleados públicos de la Junta son funcionarios de carrera, es decir, han aprobado una oposición; 10.000 son laborales y 7.700, en torno al 15%, aparecen catalogados dentro del epígrafe ‘otro personal’.
Además de esas 1.256 plazas de la oferta pública de 2008, que probablemente no serán convocadas este año, quedan pendientes de convocatoria otras 580 plazas correspondientes a 2007.
Las oposiciones que desde hace meses están en marcha ¯el SES ha convocado por primera vez desde que la comunidad asumió las competencias sanitarias¯ corresponden a las ofertas de 2004, 2005 y 2006, un macroproceso que está costando digerir.
Los empleados públicos dependientes de la Junta de Extremadura suponen la mitad del funcionariado extremeño, que se eleva a casi 91.300 personas.
El mencionado Boletín Estadístico contabiliza, con fecha de julio del año pasado, 13.571 trabajadores de la Administración Pública del Estado, entre los que se incluyen 4.000 militares, 3.500 policías y guardias civiles, 1.300 de Justicia, casi 4.300 de personal de los ministerios y menos de 500 de entes públicos, así como más de 28.000 empleados públicos pertenecientes a la Administración local, entre las dos diputaciones y los ayuntamientos extremeños.
De esta forma, como confirma también el Anuario Económico de La Caixa, Extremadura es la comunidad autónoma que más trabajadores tiene vinculados a la Administración, el 22% del empleo total.
Deseo
Y el deseo de Verónica Pacha, de Badajoz o de Nazaré Prior, de Villafranca de los Barros, que ayer realizaron las oposiciones en Cáceres, es formar parte de esta gran empresa.
«Llevo un año estudiando. Me he comprado un CD en Intenet con más de 1.000 test, y he hecho un curso de celador. Todo lo que han preguntado me sonaba», aseguraba satisfecha Verónica. Nazaré tampoco estaba disgustada, aunque no tenía esperanza: «Para lo poco que he estudiado, no lo he hecho mal. Lo que yo quiero ser en realidad es enfermera».
Pablo Calvo
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