La polémica sobre las astronómicas remuneraciones de los presidentes de empresas crece en Europa, y los gobiernos estudian medidas para regularlas en momentos en que disminuye el poder adquisitivo de los trabajadores a raíz de la elevada inflación.
En una declaración particularmente dura, el presidente de los ministros de Finanzas de la zona euro, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, calificó de "escandalosos" algunos sueldos de presidentes de empresas, tras una reunión con sus colegas el martes en Bruselas. Juncker habló de un verdadero "flagelo social", y anunció que los países europeos examinarían medidas para "luchar contra esos excesos".
A la cabeza de la lista figura la aplicación de impuestos a las primas de partida desembolsadas bajo diferentes formas a los empresarios, así como los "paracaídas dorados" (‘golden parachutes’). Como regla general, estas primas no son imponibles o pagan débiles impuestos.
Hace cuatro años, la Comisión Europea lanzó una primera iniciativa en esta área que no tuvo efectos. A día de hoy, sólo algunos países de la zona euro, sobre todo Holanda, adoptaron medidas fiscales sobre el asunto. El gobierno holandés quiere aplicar impuestos a los paracaídas dorados en torno al 30% para las personas cuyo salario anual supera los 500.000 euros, a condición de que la prima sea superior al salario anual. Un proyecto en este sentido fue transmitido el martes a la cámara baja del Parlamento, donde sería adoptado sin dificultad a raíz de la controversia que el tema suscita en el país.
En Francia, los diputados adoptaron en el otoño de 2007 medidas para reglamentar los paracaídas dorados al implementar el tope de un millón de euros para las ventajas fiscales otorgadas a las empresas, deducibles del beneficio imponible.
La legislación sobre los ‘stock options’ fue endurecida. El jefe de Estado francés, Nicolas Sarkozy, reclama con insistencia una moralización del capitalismo y en el pasado ha fustigado los paracaídas dorados otorgados a los presidentes de empresas que no han tenido un buen desempeño. "Lo que combatimos es la oscuridad en la cual a veces estas remuneraciones son consentidas. Deseamos que en todos nuestros países se practique la transparencia, para que los actores asuman sus responsabilidades", subrayó el miércoles en Bruselas la ministra francesa de Economía, Christine Lagarde.
En Alemania la polémica sobre sueldos alcanza el clímax. El presidente Horst Koehler reprochó a los presidentes de empresa poner en peligro la "cohesión social" al recibir remuneraciones extraordinarias. Los sueldos del directorio del grupo Daimler, por ejemplo, subieron más de un 45% en 2007, año del divorcio entre el fabricante de coches alemán y el estadounidense Chrysler.
Al mismo tiempo, el poder de compra de los empleados alemanes se erosionó un 3,7% desde 2003 a raíz de la inflación y la débil progresión de los sueldos, según un reciente estudio. El sentimiento es tanto más duro en Alemania porque la clase media se atrofia y los presidentes de empresas rechazan la instauración de un salario mínimo nacional.
Los gobiernos de la zona euro se ven obligados actualmente a debatir el tema si quieren que sus llamadas recurrentes a la moderación salarial de los europeos -con la meta de evitar alimentar aún más la inflación- sean escuchadas. "Corremos el riesgo de que nuestros conciudadanos ya no nos comprendan", alertó Juncker.
Yacine Le Forestier
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