La Ley de Igualdad y de Conciliación de la Vida Familiar y Laboral establece la nulidad de los despidos a la mujer por embarazo o lactancia natural.
Los llantos, el insomnio obligado y la responsabilidad de continuar con los quehaceres cotidianos se perfilan como la cara menos amable de la maternidad.
Esta tensión la padecen muchas mujeres trabajadoras incluso desde las primeras semanas de su embarazo porque sienten cómo su salud empeora por las particularidades de sus cometidos laborales. No obstante, hay que advertir de que embarazo y trabajo no son, por regla general, incompatibles.
La única limitación deberían ser factores de riesgo físico o psicológico para la mujer o el futuro bebé, así como la desmedida presión laboral que aún padecen muchas madres o gestantes. Si no se toman medidas ante estas situaciones, la suma de ambos factores puede desencadenar en cuadros patológicos de los que saldrán perjudicados la futura madre y el bebé.
Para muchos expertos, el principal factor de riesgo para la mujer embarazada en el trabajo es el propio embarazo. En el último informe elaborado por la Fundación Madrina, remitido el pasado mes de marzo a la Comisión Europea, se denuncia que nueve de cada diez mujeres atendidas por esta organización acaba sufriendo ‘mobbing maternal’ en el trabajo. Esta fundación atiende más de 100.000 mujeres en España, el 70 por ciento jóvenes embarazadas. Según se recoge en su informe, se despedirá al 25 por ciento de las embarazadas durante el proceso de gestación o bien tras reincorporarse al trabajo, una vez finalizada la baja maternal o tras solicitar la reducción de jornada.
La Ley ampara a la mujer embarazada en el ámbito laboral y tanto médicos como psicólogos insisten en la bondad de compatibilizar el tiempo de gestación con el trabajo. Muchos son los estudios que constatan que continuar con la rutina laboral contribuye a mantener tanto la forma física como la psicológica, pues ayuda a enfrentarse mejor al embarazo y a no estar pendiente en exclusiva de él. Además de mantener durante este tiempo un aporte económico regular, el trabajo supone una oportunidad para que la mujer se mantenga activa.
El riesgo va por etapas
El primer trimestre de gestación, en especial las primeras semanas, es crucial para el buen desarrollo del futuro bebé. No obstante, muchas son las mujeres que en esta primera etapa ignoran su estado. De ahí que se tomen su tiempo en adoptar medidas protectoras.
En este primer periodo se deben extremar las medidas preventivas básicas, puesto que el riesgo de sufrir efectos teratogénicos (malformaciones del feto) o de aborto es mayor. El desempeño de tareas físicas, los largos periodos de pie, los horarios rotatorios o nocturnos, los elevados niveles de estrés o exposición a sustancias potencialmente tóxicas pueden constituir factores de riesgo notables ante los que es necesario reaccionar si se perciben molestias o peligros importantes.
El médico confirmará o descartará la influencia de esos riesgos.
En el segundo trimestre, los riesgos de los primeros tres meses se reducen, pero no desaparecen. Suele ser éste un periodo cómodo, salvo en embarazos de riesgo o situaciones laborales complejas.
En las últimas doce semanas de embarazo se aconseja interrumpir la actividad profesional. A menudo, en el último trimestre el esfuerzo se hace insostenible para la mujer, incluso para las mujeres que desempeñan su trabajo en puestos de esfuerzo físico reducido. Lo habitual es que no tengan la misma capacidad de soportar largas jornadas laborales, bien sea por el grado de fatiga física, bien sea por fatiga emocional.
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