Millares de agricultores argentinos en rebelión fiscal daban el jueves por fracasada la negociación con el Gobierno y se alistaban para reanudar las protestas en las rutas, como ocurrió con la huelga de 21 días en marzo, pese a que algunos líderes intentan evitar un agravamiento del conflicto.
"El campo puede volver a las rutas. El malestar se va a seguir expresando, pero quizás no continúen los cortes. Habrá asambleas y reuniones", dijo a la prensa el dialoguista Luciano Miguens, presidente de la Sociedad Rural, que nuclea a los 10.000 más grandes productores del país sudamericano.
La nueva modalidad de la huelga fue confirmada por Alfredo de Angeli, de la Federación Agraria, que agrupa a unos 100.000 productores pequeños y medianos, al revelar que "se puede decidir en las asambleas que no se compren ni se vendan productos ni maquinarias".
"Nos quedaremos en los costados de las rutas, repartiendo volantes (octavillas) y explicando nuestra posición", dijo De Angeli, el más popular entre los líderes de la protesta, que involucra a unos 250.000 productores.
Otro dirigente, Ricardo Buryaile, de Confederaciones Rurales, en nombre de unos 100.000 productores medianos, en su mayoría de ganadería, dijo que el Gobierno "debería explicar cómo haremos para aprovechar la mayor demanda mundial de alimentos, con estos duros impuestos y cerradas las exportaciones".
Una tregua en el conflicto vence el viernes, en un ambiente enrarecido por las duras negociaciones, en las que sólo se logró avanzar sobre las congeladas exportaciones de trigo y carne, tras maratónicas reuniones seguidas paso a paso por la presidenta Cristina Kirchner.
El eje de la disputa es quién se quedará con la parte del león de la fabulosa renta que genera la soja, el principal producto exportable del país sudamericano, de fuerte economía agrícola.
El valor de la cosecha de la oleaginosa está calculado en 2008 en unos 24.000 millones de dólares, de los cuales el Gobierno espera recaudar unos 11.000 millones de dólares en impuestos.
Pero los agricultores están en pie de guerra con la mayor presión fiscal y reclaman que se derogue el programa de retenciones (impuestos) móviles, según el cual la tasa tributaria aumenta en forma directamente proporcional a los precios internacionales.
Semejante plan fue considerado confiscatorio por los productores, pero el Gobierno dijo que no está dispuesto a ceder en las retenciones móviles porque lo considera el sistema más justo para redistribuir la riqueza.
En contra de las posiciones conciliadoras con el campo se ha manifestado el todopoderoso ex presidente Néstor Kirchner (2003-2007), quien acaba de atizar el conflicto al reclamar a los agricultores que no se atrevan a provocar de nuevo un desabastecimiento masivo en las grandes ciudades.
Los productores bloquearon durante 21 días unas 400 rutas estratégicas que vinculan las grandes ciudades, entre ellas Buenos Aires, con los centros de producción agroindustrial.
La huelga fue declarada en marzo contra el aumento de los impuestos a las exportaciones de soja y girasol, aunque también se acentuaron las demandas para subsidiar a los productores de carne, leche y cereales.
Los agricultores sitiaron de hecho las ciudades más grandes de la región central con masivas asambleas en las carreteras de la rica región central, denominada la Pampa Húmeda.
El Gobierno está empeñado en evitar que sigan aumentando los precios de los alimentos, en momentos en que la inflación real, según las consultoras privadas, se ubica en torno al 25% anual.
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