1 de noviembre de 2024
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A punto de morir por un flemón y por una incompetencia médica

A punto de morir por un flemón y por una incompetencia médica

Todo comenzó a mediados de noviembre de 2002 cuando tras la extracción de una muela, Araceli Arenas notó "un flemón muy extraño que era movible, era una pelota que se iba cambiando de sitio". Ante esta irregularidad decide acercarse al Hospital de Getafe, donde tras valorar su estado deciden dejarla en observación y posteriormente, al día siguiente -un viernes- ingresarla.

La llegada del fin de semana complica la vida de Araceli porque deja de haber especialistas maxilofaciales y entra en juego un médico de urgencias del fin de semana que durante toda la noche del viernes al sábado no se digna a estudiar personalmente el caso de Araceli que empeora por momentos.

"Durante todo ese tiempo –jueves y viernes– lo único que me dieron fueron analgésicos, cuando lo que tenía era una infección muy grande; cuando llegué en su momento podía haber sido drenada porque estaba el flemón estaba encapsulado, hay un protocolo que se debe seguir para estos casos", explicó en declaraciones a Europa Press Televisión.

Pero esa noche el médico no estaba por la labor y tan solo recetaba calmantes vía telefónica y a través de las enfermeras que cada vez estaban más enfadadas con la actitud del doctor.

"La noche del 17 al 18 –del jueves al viernes– empeoré muchísimo porque el bulto se hizo más grande, se fue extendiendo y ya no sólo era una bolita sino que me ocupaba todo el cuello y me impedía respirar, además me dolía todo el cuerpo", recordó.

Ante los signos de dolor de Araceli las enfermeras llamaron por teléfono hasta cuatro veces esa noche al médico de urgencias pero éste "consideró que no era necesario valorar, por lo que no subió" y toda la noche la tuvo "completamente desatendida".

AL PSIQUIATRA

la noche es larga y en una ocasión Araceli sale al pasillo pidiendo auxilio porque no puede respirar, y a esto le responden que lo que ocurre es que ella no sabe respirar porque lo hace con el estómago cuando lo debe hacer con la nariz.

"Luego me dicen que intente dormirme, pero yo les digo que si me duermo me muero, que me da miedo no despertarme, que estoy mal, y me dicen que soy muy quejica", recordó.

La situación es cada vez más tensa y llega un momento en el que el médico le dice a las enfermeras que avisen al psiquiatra "porque considera que es un problema tipo nervioso", que tiene "un ataque de ansiedad". Pero el psiquiatra tampoco está para Araceli y por teléfono le manda un valium.

Por fin, el sábado por la mañana el urólogo se da cuenta de que no tiene un cólico nefrítico sino "una mediastinitis" –infección–. "A partir de ahí se dan cuenta de que se les ha ido de las manos, que tiene mucha gravedad porque todos los órganos vitales están afectados, corazón, pulmones…", subrayó.

Urgentemente con una UVI móvil la trasladan al hospital 12 de Octubre "porque dicen que no tienen cirugía torácica en el centro getafense. En el informe que expiden a su salida se puede leer que le dan "el alta por mejoría".

UN LITRO DE PUS EN EL CUELLO.

Pero en este caso el alta significa entrar al 12 de Octubre de la ambulancia al quirófano donde le practican dos operaciones seguidas a vida o muerte de hasta seis horas para limpiarle y vaciarle todo el pus acumulado en el cuello y la espalda.

"Estaba llena de pus por todos los sitios, del cuello me sacan un litro de pus, sólo del cuello; luego vienen cuatro operaciones más y dos meses y pico de UVI –en coma– porque no podía respirar salvo con respiración asistida, porque tenía los pulmones enteramente encogidos", relató.

Ahora, cuando han pasado seis años, la justicia está de su parte y la sanidad pública la debe indemnizar con 60.000 euros, pero las secuelas siguen ahí. "Tengo insuficiencia respiratoria, tengo los pulmones como los de una persona que ha fumado toda la vida muchísimo, tengo mal los bronquios, me canso mucho, no oxigeno bien, llevo una vida normal entre comillas", explicó sin comentar nada de las cicatrices que el quedarán de por vida en el cuello y en la espalda –donde tiene 270 puntos–.

No obstante aseguró estar contenta, no por el dinero sino porque "se sabe que este señor –el médico de urgencias– es un incompetente".

Aunque Araceli hoy por hoy no quiere ni oír hablar de médicos, sí que guarda con cariño el trato que le dispensaron en el 12 de Octubre, donde según explicó lucharon por su vida "como si fuera la de su propia hija". La defensa de Araceli ha corrido a cargo del departamento jurídico del Defensor del Paciente.

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