Aún estamos muy lejos de algunos países del norte de Europa, donde el 25% de los empleados presume de tele-trabajar.
Todavía son pocos los trabajadores españoles —un 8%, según calculan sindicatos y patronal— que han descubierto el placer de trabajar en casa, en pijama y zapatillas, pero año tras año crece el número de adictos al teletrabajo, una práctica muy extendida en Estados Unidos o en los países nórdicos, donde esta práctica supera el 25%.
“Volver a un horario fijo, rígido, me costaría”. Es el testimonio de Julián Isla, responsable de soporte en Microsoft España, que desde hace casi cinco años tiene el despacho en casa. “Gestionar mi tiempo de trabajo y ocio me da libertad. El futuro es el teletrabajo”, añade en conversación con la agencia Efe.
Concha P., de Telefónica, lleva mucho menos tiempo “teletrabajando”, desde julio, pero no duda ni un segundo en calificar de “fenomenal” la experiencia. “Todo lo que necesito lo tengo al alcance con un teléfono, un ordenador y el correo electrónico”, comenta quien dos días a la semana, los que se queda en casa, se evita horas y horas de atascos para llegar a la oficina.
Julián y Concha son dos ejemplos de los aproximadamente un millón de españoles que de forma voluntaria —debe ser siempre opcional y reversible, destacan en UGT— se han acogido a un sistema que favorece la conciliación familiar y laboral, objetivo en el que coinciden empresarios y sindicatos. Ésta es la principal ventaja de un método de trabajo del que comenzó a hablarse en Estados Unidos en la década de los 70 del siglo pasado y que más tarde cruzó el Atlántico con una implantación más exitosa en los países del norte del continente europeo que en los del sur.
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