23 de noviembre de 2024
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Los trabajadores españoles prefieren el salario emocional al económico

Los trabajadores españoles prefieren el salario emocional al económico

Los empleados ponen por delante, cada vez en mayor medida, el ‘salario emocional’ del que disfrutan en sus empresas que el meramente económico, y, según los datos expuestos esta mañana por la profesora del IESE Nuria Chichilla, directora del Centro Internacional Trabajo y Familia, las empresas «que concilian» ven reducido en un 30% su porcentaje de absentismo laboral.

Estas son algunas de las conclusiones que la profesora Chinchilla expuso esta mañana en la sede del Audi Forum de Madrid, donde salieron a relucir las «innumerables» ventajas que tiene para las empresas apostar por la conciliación y el equilibrio entre la vida personal y laboral: mayor competitividad, diferenciación, mayor calidad de vida para los empleados, más productividad y mayor rendimiento.

Se trata, dijo, de eliminar la barrera psicológica que actualmente mantiene estancadas las medidas de conciliación: «el presentismo mal entendido» y no tratar a los empleados como «personas completas», en todos sus ámbitos, personal y profesional. Si se les ‘cosifica’ como ‘máquinas’, los trabajadores tenderán a ir a «mínimos» y se dedicarán a «sobrevivir», dentro y fuera de la empresa: en casa y en el trabajo, dijo.

Además, está el aspecto de la atracción y la retención del talento, en un mercado laboral en el que «ya ha comenzado la guerra por llevarse a los mejores talentos». Según datos de 2006 del estudio europeo de este centro del IESE (International Center of Work and Family) en el que han participado 400 empresas, el 45% de ellas mencionaron el absentismo como uno de sus principales problemas, seguido de la falta de compromiso de sus empleados con la organización.

A su juicio, los trabajadores acusan de forma cada vez más preocupante el ‘síndrome del quemado’, derivado de lo que Chinchilla llama «cumplir con el horario religioso», es decir, «entrar cuando Dios manda y salir cuando Dios quiere», un horario que consideró «contraproducente».

Según este estudio, que se ha realizado comparando España con el resto de países europeos, nuestro país ocupa el tercer puesto por la ‘cola’, –después de Grecia y Portugal–, con los peores índices de productividad por hora. Otros países, como Bélgica, o los Países Bajos, con menos horas trabajadas semanalmente, están en los primeros puestos en este ranking.

Aún así, entre 1999 y 2004, según Chinchilla, han aumentado las cifras en materia de medidas conciliadoras, pasando a ser el 70% de las empresas españolas las que tienen horario flexible, del 44% al 71% las que ofertan la jornada reducida y del 30% al 42% las que cuentan con una jornada semanal comprimida los viernes. El ‘tele-despacho’ en casa han pasado de tenerlo un 14% de las empresas en 1999 al 50%, y los cursos de gestión del estrés se ofertan ya en un 47% de las empresas, frente al 32% de las que lo hacían en 1999.

‘ADICCIÓN AL TRABAJO’

La «cultura de la adicción al trabajo es lo peor que tenemos en España», apuntó Chinchilla en una acto en el que estuvo acompañada por el Consejero de Empleo y Mujer de la CAM, Juan José Güemes, y representantes de empresas como Manpower y Grupo Santander. El 38% de los empleados encuestados creen que en su empresa se da ese tipo de cultura y el 30% reconoce que se lleva trabajo a casa al finalizar su jornada laboral, pero dijo, las cifras «son superiores».

Otro dato preocupante: Aunque el 40% de las empresas españolas ofrece horario flexible, sólo el 7% cuenta con un Plan Integral de Conciliación. Si no se trabaja por el equlibrio de estas dos vertientes del empleado se producirá lo que esta experta llamó «contaminación de la ecología humana». La empresa será ‘contaminadora’ del entorno laboral, en lugar de ‘enriquecedora’ de éste.

Si a los empleados «no se les permite desarrollar todas sus facetas personales, comenzará la tensión mental y por tanto la reducción de la productividad y la calidad de su trabajo, y por ende, el coste de la no conciliación será siempre muy superior a la puesta en práctica de medidas que la fomenten», explicó.

Pese a que en España el número de horas semanales, –mas de 40,–nos sitúa en la lista de los países donde más se trabaja y menos tiempo se pasa con la familia, la mayoría de los encuestados confiesa tener un buen nivel de satisfacción laboral.

Los permisos por paternidad son otra de las ‘asignaturas pendientes’ de la conciliación en España: Mientras en Finlandia, Noruega o Eslovenia se disfruta de tres semanas o más, en España, sólo se dispone de dos días y el trabajo a tiempo parcial apenas super el 8%, frente al 36% de los Países Bajos y el 23% de Reino Unido. «Es necesario dar el gran salto y ver el tele-trabajo como una solución, no con reticencias sólo porque los directivos siguen apostando por la cultura del ‘control presencial'», dijo.

El estudio se ha realizado dividiendo los países europeos por zonas: Norte (Estonia, Finlandia, etc), Sur (Grecia, España, etc) y Este (Bulgaria, Rumanía o Eslovenia). En total, 26 países de seis regiones. España ocupa los primeros puestos en relación al conflicto trabajo-familia, aunque sus empleados se muestran satisfechos con su entorno laboral y ocupan los últimos puestos en relación a las depresiones y los problemas psicológicos. «La forma de vida, el sol y la cultura mediterránea ayuda a ello», agrega Chinchilla.

Todos los empleados encuestados ponen en primer lugar el problema de la no coincidencia de los horarios laborales con los escolares, seguido de la falta de políticas de las empresas en materia de conciliación y las presiones en el trabajo, es decir, la cultura empresarial, que aparece en tercer puesto.

Como recomendación, Chinchilla abogó por descartar la idea del/la ‘super(wo)man’, porque «somos limitados» y no podemos pasarnos las 24 horas pretendiendo ser «los mejores profesionales, padres, esposos, hijos, ect». «Tampoco separar radicalmente las facetas personal y profesional, porque esto es antinatural», y no creer que estamos disponibles «24 horas, siempre, para todo el mundo», además de saber desconectar y apostar por la complementariedad de ambas facetas, que se consigue «dedicando tiempo a la reflexión y a la formación».

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