Velocidad y concentración son las dos virtudes que se exigen para realizar una prueba piscotécnica, penúltimo obstáculo que tuvieron que sortear ayer los opositores que aspiran a una plaza de subalterno en la administración.
486 personas se dieron cita en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación de la Universidad Politécnica para realizar un examen relámpago.
La prueba, que sirve para medir aptitudes verbales, numéricas y administrativas, consistió en 50 ejercicios breves que debían responderse en el plazo de 12 minutos.
En total, se emplearon nueve aulas distribuidas en dos plantas.
Los opositores que se dieron cita son aquellos que, tras meses y años de esfuerzo, han conseguido pasar el primer examen, que de un plumazo eliminó al 92% de aspirantes.
Las personas que se reunieron ayer ya han conseguido algo, pues tiene derecho a formar parte de la bolsa de trabajo. Por esta razón, o porque la dificultad de la prueba es difícil de medir, los nervios no afloraron como en el primer examen.
Javier Alonso se ha presentado por primera vez a una oposición. Su estrategia para superar la prueba fue la organización, respondiendo cuatro preguntas por minuto. ‘Me he dejado muchas en blanco, pero creo que hay posibilidades de aprobar’, sentenció.
‘Es un examen de concentración y velocidad’, explicaba un interino tras salir del aula. Y de estrategia, pues existen penalizaciones. Cada pregunta fallada, resta otra respondida correctamente, lo mismo que cuatro cuestiones en blanco. La exigencia no ha gustado a algún opositor, pues se considera excesiva. ‘Es la primera vez que se hace en una oposición’, comentó el interino del Ayuntamiento, que prefiere no desvelar su nombre para evitar ‘polémicas’. En el primer examen, tal y como comentó el presidente del tribunal, el concejal Emilio del Toro, ya se empleó esta penalización, por lo que los opositores ya estaban avisados.
La necesidad de no distraer la atención también ha levantado alguna crítica, pues al parecer las aulas no estaban perfectamente aisladas.
En una de las clases, una persona del exterior gritó: ‘¡tiempo!’, con el consiguiente sobresalto para los aspirantes. Los miembros del tribunal tuvieron que apresurarse a calmar los ánimos y recordar que el reloj todavía corría. ‘Mira como tengo el pulso. Hasta este momento estaba tranquilo’, relataba el mismo interino tras el esfuerzo.
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