Un total de 1.815 reclusos de los 8.305 que hay en las cárceles catalanas trabajan en los talleres productivos del Centro de Iniciativas para la Reinserción (CIRE). Aunque cada vez son más los presos que trabajan lo cierto es que sólo lo hacen el 52 por ciento de los que están disponibles -los que no tienen ningún impedimento legal o de salud. El 48 por ciento restante se mantiene sin ninguna ocupación porque no quiere o porque no puede al no haber suficientes talleres o porque las empresas no encargan suficientes trabajos.
Así lo confirmó ayer el gerente del CIRE, Adolf Cabruja, durante la presentación, en la cárcel Modelo, del estudio «El trabajo en las prisiones», elaborado por investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Cabruja no supo cifrar cuántos de los reclusos que no trabajan pese a poder hacerlo no lo hacen por voluntad, y cuántos por falta de infraestructuras.
El estudio de la UAB, que aboga por facilitar el acceso al trabajo de los reclusos, recoge la opinión de casi 700 reclusos encuestados. Sus principales conclusiones es que la mayoría de presos que trabajan están satisfechos con su empleo, si bien el 59,3 por ciento creen insuficiente su sueldo, que de mediana es un 95,4 por ciento del salario mínimo interprofesional. «Tienen razón en que cobran poco», dijo Fausto Miguélez, coautor del estudio, quien señaló que, en el caso de las mujeres reclusas, en general cobran menos que los hombres porque sólo pueden acceder a trabajos menos remunerados, pese a que muestran más disposición a trabajar.
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