En Gran Vía 32 sólo hay un pequeño cartel que indica el horario del centro social. Este portal es el de las religiosas de María Inmaculada, un lugar por el que pasan cada mes cientos de chicas inmigrantes. Acuden a las hermanas porque saben que las ayudarán a buscar empleo. Esta congregación lleva años sirviendo de punto de encuentro entre las extranjeras que buscan un trabajo y las familias granadinas que necesitan empleadas de hogar o cuidadoras. Se han convertido en agencias de empleo organizadas, aunque no tienen ayudas ni subvenciones y funcionan con voluntarios.
Ellos se entrevistan tanto con las demandantes de empleo como con las familias que les darán trabajo y se muestran estrictas con una y otra parte. A las chicas les exigen seriedad y compromiso con el trabajo y a los empleadores les piden unos salarios adecuados a la normativa vigente, incluyendo pagas extra, vacaciones, etc.
Este aspecto está perfectamente visible en una entrada de salarios en la entrada de la casa de esta congregación, donde reciben de lunes a jueves a las jóvenes y los viernes a las familias empleadoras. Todo un servicio de empleo alternativo, que trabaja en red con otras bolsas de empleo similares.
Por toda la ciudad
Repartidas por la ciudad hay una docena de bolsas similares, con sede en parroquias, como las de San José de Calasanz, Nuestra Señora de Gracia, Santo Tomás de Villanueva, San Miguel Arcángel, San Francisco de Asís, San Emilio o Santa Mª Micaela. Cruz Roja, Cáritas Diocesana y Granada Acoge completan este circuito al que los inmigrantes acuden para encontrar un empleo que les permita integrarse.
La hermana Josefina, que coordina la bolsa de empleo del centro social Mª Inmaculada, explica que la orden siempre ha tenido como objetivo ayudar a las chicas jóvenes con necesidades. «Antes eran chicas que llegaban del pueblo a la ciudad, y ahora las necesitadas son las jóvenes inmigrantes», comenta la religiosa. En este servicio atienden a unas doscientas chicas al mes y en octubre, por ejemplo, han logrado contrato para treinta de ellas.
La parroquia San José de Calasanz es otro de los puntos al que acuden mujeres extranjeras. Allí las atienden los lunes, pero el flujo de contratos se ha reducido mucho. «Los ecuatorianos, que llegaron hace unos años, están todos trabajando porque entonces había trabajo. Pero ahora, que llegan sobre todo bolivianos, el mercado está cubierto», señala uno de los voluntarios que trabaja en el servicio. Allí atienden a cerca de cien inmigrantes todos los meses, pero no logran más de media docena de empleos.
'Malas compañías'
Bolivia es actualmente el principal país de origen de la mayoría de inmigrantes que atienden ambos centros, que destacan además las mayores dificultades que se encuentran los varones. Y es que las posibilidades de trabajar en los hogares es una opción que regulan estas parroquias y asociaciones, mientras que los varones buscan ellos mismos ofertas en empresas de construcción o en tareas agrícolas.
Ante el éxito de esta suerte de agencias de empleo, no son pocas las mafias que tratan de captar a jóvenes en estos centros, algo contra lo que luchan como pueden, por ejemplo, en el centro María Inmaculada. «Siempre hay un voluntario en la puerta que evita estas 'malas compañías'» señala la hermana Josefina, que explica que en alguna ocasión han tenido que echar a alguien que aprovechaba la cola para 'convencer' a las demandantes de empleo de otras ofertas de empleo.
También han sufrido alguna vez el engaño de algún empleador que pedía chicas para un trabajo distinto al que le propuso a la mujer cuando se desplazó al domicilio. «Por supuesto, nunca volvimos a trabajar con esta persona e incluso lo llamé para pedirle explicaciones», señala la responsable del centro social. Las parroquias también les ofrecen formación gratuita, que de otra forma no podrían costearse los inmigrantes. En Gran Vía no faltan alumnos para los talleres de cocina, costura o geriatría, que en muchos casos facilitan el acceso al empleo también. Porque, en muchas ocasiones, las chicas extranjeras llegan con sus carreras universitarias, pero no saben nada de cocina española o cuidar ancianos.
Cruz Roja tiene también un servicio de empleo para extranjeros, pero llevado por profesionales y con subvenciones oficiales. En esta oenegé tienen varios programas distintos en los que ayudar a los inmigrantes, como explica Elena Tejero, una de sus responsables. Así, existe una bolsa para colectivos con riesgo de exclusión social, entre los que están los extranjeros. Además, cuentan con un recurso específico llamado Red Interlabora, en el que trabajan con itinerarios especializados según las características del demandante de empleo.
Otro de los servicios más interesantes es el que ayuda a mujeres extranjeras que trabajan como empleadas de hogar, pero cuentan con otros estudios que les permitirían cambiar de trabajo. «Les ayudamos a cuidar de su familia o a convalidar los estudios de su país, mientras la mujer puede encargarse de buscar un empleo mejor», destaca Elena Tejero.
Los comentarios están cerrados.