26 de diciembre de 2024

El 43% de los inmigrantes trabaja en empleos por debajo de su cualificación

El 43% de los inmigrantes trabaja en empleos por debajo de su cualificación

España es el país desarrollado en donde la inmigración está mejor formada. Muy por encima de las tareas que les corresponde realizar. Así, el 42,9% de los extranjeros que trabajan en el país lo hace en ocupaciones que están por debajo de su nivel de cualificación, según los datos recogidos por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) y hechos públicos en un reciente informe del Círculo de Empresarios de España.

El nivel de sobrecualificación de la inmigración española no sólo es el más elevado, sino que dobla al de la mayoría de países occidentales como Alemania, Austria, Italia o Estados Unidos. Sólo Grecia tiene unos índices que se le aproximan (39,3%), pero en este caso la explicación guarda una relación directa con la proximidad a los países del Este, con economías precarias a consecuencia de las décadas en que rigieron sistemas comunistas.

Claro que también España lidera la clasificación de país con mayor nivel de sobrecualificación entre sus ciudadanos nativos. El 24,2% de los trabajadores españoles está empleado en un puesto de trabajo por debajo de su capacidad profesional. No obstante, en este apartado, la diferencia con el resto de países es muy inferior a la que se observa en el caso de inmigrantes. El documento de los empresarios considera a este respecto que "nuestro país desaprovecha capital humano tanto nacional como inmigrante al ocupar a sus trabajadores en puestos que requieren menos formación de la que ellos tienen".

Los datos proporcionados por la organización internacional dejan claro que en todos los países desarrollados los inmigrantes encuentran mayores dificultades para conseguir un empleo acorde con los estudios que cursaron en su país. Sólo en Suiza y Hungría la diferencia en la tasa de inmigrantes y nativos se limita a un par de puntos. El mismo informe del Círculo de Empresarios pone de relieve que España es el país con una mayor tasa de temporalidad y, por tanto, inestabilidad en el trabajo. Entre los inmigrantes, casi la mitad tiene contratos limitados en el tiempo, mientras que entre la población local la tasa de eventuales es del 25%, según la OCDE.

Esta clara discriminación laboral que sufren quienes llegan de otros países en busca de oportunidades no es percibida como tal por la población española. Así, una reciente encuesta efectuada por el Consejo General de la Abogacía Española muestra que dos de cada tres nativos cree que en España se trata muy bien a los inmigrantes. Yun tercio incluso asegura que el trato que se les dispensa ahora es mucho mejor que el que recibían los españoles que emigraron a los países europeos hace cuarenta años.

La investigación demoscópica también expone que la mayoría de la población española, el 73%, está persuadida de que las administraciones prestan a los extranjeros la asistencia adecuada para que se integren en la sociedad. Menos convencidos están, sin embargo, de que el Gobierno se preocupe de asesorar legalmente a los inmigrantes a la hora de tramitar sus permisos. Un 45% cree que sí, pero un 36% opina que la Administración se desentiende de este aspecto.

Siendo o no conscientes de la situación de desventaja de los inmigrantes a la hora de encontrar empleo, un 34% de los españoles cree que todos ellos deberían tener los mismos derechos y obligaciones que los nativos. Pero un 63% opina, por el contrario, que sólo quienes ya tienen su documentación en regla deberían estar en igualdad de condiciones.

Sea cual sea la opinión de los españoles, los elevados índices de sobrecualificación y temporalidad laboral no han sido obstáculo para que más de 400.000 inmigrantes hayan adquirido una vivienda en propiedad en los últimos años. Al menos la mitad de ellas se han comprado entre mediados del 2001 y principios del 2006. En este sentido, los estudios a los que alude el informe del Círculo de Empresarios presagian un importante incremento de las ventas por parte de este colectivo, debido a las reagrupaciones familiares que llevan aparejadas procesos de regularización como el que se produjo durante el 2005. Pues son las reagrupaciones uno de los motivos que más incitan a los inmigrantes a adquirir una vivienda y asumir una deuda a largo plazo. Y al mismo tiempo la adquisición de la vivienda es un factor que dilata el periodo de migración y asienta a los extranjeros por periodos más prolongados en el país de destino.

Pero se trata sólo de indicios. Es complicado prever cómo evolucionará la situación y número del colectivo inmigrante en los próximos años. A finales de los noventa nadie supo anticipar que la llegada de extranjeros a España sería tan importante y se concentraría en tan poco tiempo. El impacto ha sido tal que, según el aludido informe del Círculo de Empresarios, ha afectado a los servicios sociales españoles, que no estaban planificados para el actual volumen de población, un7% por encima de las previsiones realizadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE). El INE estimó que en el 2006 vivirían en España 41,5 millones de personas, cuando la realidad de las últimas cifras oficiales sitúa la población en 44,7 millones.

Siempre con las cautelas necesarias a la hora de anticipar lo que sucederá en una sociedad en efervescencia como la española, las proyecciones del INE para los próximos años dibujan dos escenarios bien distintos. El que prevé un ritmo de inmigración parecido al que hemos vivido en los últimos años anticipa que en el 2026 España contará con 50 millones de personas. La proyección más conservadora valora una posible reducción en el ritmo de llegadas de extranjeros y sitúa el número de habitantes para dentro de veinte años en 46 millones.

Mucho más complicado es anticipar cómo evolucionará la situación laboral de los inmigrantes. Si la integración es tan buena como concluyen las primeras investigaciones sobre los niveles de convivencia entre extranjeros y nativos, los niveles de sobrecualificación y temporalidad de foráneos y locales deberían estrecharse y asimilarse más a la situación del resto de los países europeos. Si el paso de los años no consigue reducir esa diferencia, significará que esa integración conseguida en algunos órdenes no termina de llegar al mundo laboral. Y no es una cuestión menor, pues ha sido precisamente la falta de oportunidades laborales lo que ha provocado la crítica situación que se vive en las localidades periféricas de las grandes ciudades francesas.

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