La «euforia económica» que vive la sociedad española en los últimos años, con un considerable aumento del gasto en bienes patrimoniales y de consumo, tenderá a declinar si no se frena «significativamente» el proceso migratorio. Así lo afirma la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) en un estudio que acaba de hacer público y en el que se destaca que los extranjeros cada vez tienen más difícil encontrar empleo ante la caída de la demanda de mano de obra en la construcción, la agricultura y el servicio doméstico. Si esta tendencia se mantiene, advierte, su tasa de paro crecerá de forma considerable, lo que provocará problemas de integración.
Pablo Alcaide, coautor del documento, explica que en los 2,8 millones de inmigrantes con trabajo han ido ocupando los empleos desechados por la población española. Su contribución, explica, ha sido fundamental para impulsar el crecimiento y estrechar la brecha entre el poder adquisitivo nacional y la media comunitaria. El problema es que este modelo no es sostenible a medio plazo. «No se sabe hasta cuando durará, pero está claro que la expansión de la construcción y los servicios tienen un límite y cuando llegue los inmigrantes serán los grandes perjudicados», advierte.
El estudio resalta que los extranjeros no contribuyen a solventar el gran reto de la economía española, que es, a su juicio, la falta de competitividad. La productividad del trabajo, según apunta, se ha estancado en los últimos ejercicios debido a la incorporación de los inmigrantes a ocupaciones menos productivas. «Si la sociedad española no quiere retrasarse en el desarrollo medio europeo, tendrá que limitar la inmigración o bien dicha población inmigrante tendrá que empezar a ocupar unos puestos de trabajo con mayor productividad media», alerta.
El informe destaca que la desigual distribución geográfica de los inmigrantes incrementa los desequilibrios regionales. Si bien hasta hace poco todas las autonomías y provincias crecían de forma «bastante parecida», la llegada de gran número de extranjeros a determinadas regiones comienza a producir un «comportamiento territorial extraño». Así, Madrid y algunas provincias limítrofes, las islas y la costa mediterránea comienzan ha despegarse del resto, mientras que la Galicia interior, Asturias y las provincias castellanas cercanas a Portugal se quedan despobladas y descolgadas.
«Efecto nocivo»
Funcas reconoce que la tendencia de los inmigrantes a elegir unas regiones sobre otras es similar a la de los españoles, pero subraya que de mantenerse se multiplicarán su «efecto nocivo» para el país. Propone, por ello, que las autoridades incentiven el asentamiento en las zonas que menos se han beneficiado de su llegada. Alcaide añade que sería muy positivo comenzar a traer trabajadores con mayor cualificación profesional, de cara a un «imprescindible» cambio en el tejido productivo hacia bienes industriales de marca, diseño y calidad. «Los europeos del Este están muy preparados, no es lo mismo un búlgaro que un marroquí o un senegalés», explica.
El académico afirma que ha llegado el momento de apostar decididamente por instrumentos como los cupos y la contratación en origen. Pero quiere dejar claro que los extranjeros han aportado un beneficio «impresionante» en los últimos años, al rejuvenecer el país, sanear las cuentas de la Seguridad Social, mejorar las tasas de actividad, empleo y paro, y contribuir a la contención salarial (su retribución media es un 50% inferior a la de los nacionales). Los 2,8 millones de inmigrantes ocupados, estima, han generado unos treinta mil millones de euros, lo que supone el 3% del Producto Interior Bruto (PIB).
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