Un 87,1% de las mujeres gitanas considera que deberían trabajar fuera de casa pero la realidad es que, por las dificultades para conciliar la vida laboral y familiar y por su falta de formación, las que lo hacen representan el 39,1%. Este es uno de los datos que se desprenden de un estudio sobre las necesidades e intereses de las mujeres gitanas en Navarra, financiado por el Instituto de Salud Pública, elaborado por el Equipo de Agentes Comunitarias para la Salud y coordinado por el Centro de Atención a la Mujer Andraize.
El estudio abarca diferentes áreas y en el terreno laboral indica que las aspiraciones de este colectivo a vivir mejor conlleva el trabajo fuera de casa para poder pagar hipotecas y otras necesidades, aunque estas mujeres también lo plantean como «un derecho».
Y del 39,1% que lo ejerce son un 63,7% las ocupadas en tareas que no requieren formación, como limpieza, hostelería, conserveras y venta ambulante, actividad esta última en la que además no tienen independencia de la familia.
En relación con la igualdad entre hombre y mujer, el 70,9% de las encuestadas dice que si una mujer sufre malos tratos «puede» recurrir a la familia, cifra que desciende hasta el 26,5% si se habla de la Policía o de trabajadores sociales.
Se trata, dicen los autores del estudio, de «respetar los cauces que para estos casos tiene la cultura gitana», en la que el maltrato a la mujer «es considerado un tema tabú».
En todo caso como formas de prevenirlo apuntan a la necesidad de unas «relaciones más igualitarias» entre hombres y mujeres, un «mayor respeto» a la mujer y que el hombre «comprenda más a sus hijas», aspectos en los que dicen que se ha avanzado y por ello se sienten «más valoradas», aunque aún «quedan barreras por derribar».
Lo mismo que ocurre con respecto a la integración de la mujer gitana en el mundo de los payos «con igualdad de oportunidades y sin perjuicios», aunque de sus respuestas se desprende que éste «no parecer ser uno de los temas que más les preocupe».
Sí quieren mejorar en calidad de vida, libertad y desarrollo personal, dice el estudio, y destaca que su deseo es hacerlo al tiempo que se mantengan «aquellas tradiciones gitanas que nos permitan evolucionar».
Unas tradiciones que en distintas materias hacen que «la realidad esté bastante alejada todavía del deseo», entre ellas en el matrimonio pues, aunque un 90% opina que la elección del cónyuge debe ser decisión del chico o la chica y que los padres deben aceptarlo, son un 45,8% las que reconocen que el suyo fue propuesto por los padres o que éstos no aceptaron su elección.
También son el 45,3% de las mujeres gitanas las que consideran que deberían casarse una vez cumplidos los 20 años aunque un 72,1% lo hizo antes; un 94% piensa que los matrimonios deben vivir solos pero las que lo hicieron fueron el 25,8% de las casadas, y un 67,1% cree que debe tener entre uno y cuatro hijos, los que han tenido en el 63% de los casos, aunque un 18% se inclina por tener entre cinco y diez y este número de hijos lo han tenido en realidad el 36,8%.
Así, frente al 79,3% de mujeres gitanas que ven bien esperar un tiempo antes de tener el primer hijo, el 40,6% se embarazó por primera vez antes de cumplir los 19 años, a pesar de lo cual en la actualidad «parece que se va retrasando» esta edad igual que la del matrimonio.
El estudio ha preguntado también por los hábitos de salud y de este apartado se deduce que «las mujeres gitanas han interiorizado» el cuidado de su salud así como la importancia de la asistencia y prevención ginecológica.
De hecho el 86,4% acudió a la consulta durante el primer embarazo y de este grupo el 56,3% lo hizo entre 6 y 9 veces; un 91% dio a luz en un centro hospitalario; el 74,7% acude a revisiones ginecológicas o cuando tiene algún problema; el 75% de las mayores de 40 años responde al programa de detección precoz del cáncer de mama; y el 72,2% de las casadas usa métodos anticonceptivos, sistemas que valoran como necesarios el 94,3% de las mujeres gitanas.
La encuesta les ha preguntado asimismo por la educación propia y la que quieren para sus descendientes y según las respuestas el 72,1% tiene estudios primarios, el 16,7% no tiene estudios y de éste grupo un 7,8% no sabe leer ni escribir.
Sin embargo un 80,6% de la mujeres gitanas piensa que debería haber estudiado más y que así deben hacerlo sus hijos, aunque el 32,5% elige para las niñas la enseñanza obligatoria y un 18,1% los estudios universitarios, y para los niños el 48,7% prefiere que tenga un oficio o estudio de formación profesional porque «el hombre tiene que mantener la familia», por lo que dejan la opción de la universidad en niveles inferiores al de las hijas.
Con esas cifras, los responsables del estudio consideran que hay «deficiencias» que superar a pesar del «gran salto» en materia educativa, y apuestan por que el sistema educativo responda a las necesidades de la comunidad gitana y docentes y educadores den su apoyo escolar.
Este estudio forma parte del «programa de promoción de la salud de familias gitanas» iniciado en 1987 al observar que su esperanza de vida era entre 8 y 10 años inferior a la media, tenían mayor prevalencia de accidentes y problemas de salud relacionados con estilos de vida y hacían escaso o nulo uso de los sistemas de salud y los programas preventivos.
Se trataba con este programa de reducir las desigualdades y en 2004 fue reconocido por «Eurohealthnet» como modelo de buena práctica europea sobre equidad en salud y en 2007 figura en el Programa de la Oficina Europea de la OMS sobre pobreza y salud.
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