Si importante es la pérdida de recursos humanos que ocasionan las bajas psicológicas en la Guardia Civil -entre el año 2000 y 2004, una media anual de 2.000 agentes aproximadamente el 3 por ciento de la plantilla, han tenido que abandonar temporalmente sus obligaciones por este motivo-, no menos desdeñosa es la sangría económica que ocasionan. Según un estudio presentado en el Consejo Asesor de Personal (CAP) del Instituto Armado en la reunión celebrada el pasado mes de noviembre, entre el 1 de enero de 2001 y el 31 de mayo de 2005 estas bajas han ocasionado un coste al erario público de 125.935.820 euros, algo más de 20.000 millones de las antiguas pesetas.
Durante el citado periodo, más de 8.300 agentes se dieron de baja por diferentes trastornos psicológicos, aunque, como ironiza un agente de la escala básica, «hasta para esto hay clases». Según uno de los apartados del informe centrado en el año 2004, el último del que se conocen datos completos sobre este particular; la tasa más alta de afectados se registra entre los guardias de la escala básica, con un 3,8 por ciento; seguida de la conformada por los cabos, cabos primeros, sargentos, brigadas y subtenientes, con una tasa media del 2,45 por ciento; y los oficiales hasta comandante, con una tasa del 0,64 por ciento.
Causas
Como el mismo documento refleja, «si reconocemos que la insatisfacción laboral está relacionada con los puestos de trabajo donde existe poca variedad en las tareas asignadas, falta de autonomía y control sobre el propio trabajo, poco reconocimiento personal, sobrecarga y una desvinculación entre el volumen de trabajo producido y el salario percibido, debemos pensar que son los empleos de más bajo nivel jerárquico en los que se presentan mayor número de estas características y, por tanto, un mayor índice de insatisfacción laboral», concluye.
Aunque afectado por similares circunstancias, como el estrés que conlleva el trabajo policial y las prolongadas jornadas a que obliga, la otra «pata» de las Fuerzas de Seguridad del Estado, el Cuerpo Nacional de Policía, no soporta, sin embargo, unos índices de bajas psicológicas tan elevados. Entre 2000 y 2004 se han estabilizado en torno a las 1.000 anuales -1.174 en 2001, la cifra más alta-, mientras que en el Instituto Armado no paran de crecer año tras año. Si en 2000 eran de 1.650, en 2004 ya ascendían a más del doble, 2.566. Para la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC), la diferencia está clara: las «restricciones injustificadas» que padecen los integrantes del cuerpo están repercutiendo muy negativamente en la moral de sus miembros, según refleja en su informe «Lo que la Guardia Civil esconde…». «La naturaleza militar del Instituto Armado es un factor indispensable para entender el elevado número de bajas psicológicas, conductas suicidas, sanciones disciplinarias, ingresos en prisión militar y prejubilaciones por causas psicológicas», explica este documento.
La dirección del cuerpo no oculta que el problema existe. Sin embargo, también matiza que los fríos datos desdibujan un tanto lo que es el panorama real. Para empezar, explican estas fuentes, es evidente que «a un guardia que presente un cuadro de problemas psicológicos, aunque sea un tanto dudoso, no se le puede dejar campar a sus anchas con un arma. La evaluación médica posterior determinará las medidas a adoptar, pero, de entrada, por precaución, creemos que es indispensable concederle la baja y retirarle la pistola», explican.
Por otro lado, los consultados añaden que en los últimos años, las bajas psicológicas se están utilizando como medida de presión o queja sin que medie un aparente problema médico real. El pasado mes de diciembre, por ejemplo, el 95 por ciento de la plantilla de la Agrupación de Tráfico de La Coruña se dio de baja médica «por problemas psicológicos» aduciendo que el reparto «injusto y desigual» de las partidas de productividad había llevado a sus integrantes a deprimirse.
Otro caso significativo es el de el puesto principal de la Guardia Civil de Guadalajara. El verano pasado, todos los agentes destinados en el mismo se dieron de baja. La causa: el «estrés y ansiedad» ante la posibilidad de tener que ejercer el puesto de comandante en jefe del cuartel alcarreño. Con la marcha del jefe de la unidad, ninguno de los agentes restantes, todos de las escala básica, quería hacerse cargo de un puesto «para el que no están preparados y que lleva aparejada una remuneración ridícula», según explicaron entonces fuentes de la AUGC.
Índice de suicidios
La consecuencia más grave de algunas de estas bajas psicológicas son los suicidios. Y en este apartado, los datos, hechos públicos tras una consulta parlamentaria, sí que son preocupantes. La proporción de suicidios consumados (en relación con el número de agentes) es muy parecida tanto en el Cuerpo Nacional de Policía como en la Guardia Civil.
Sin embargo, cuando se toman en consideración las tentativas, la balanza se inclina claramente del lado del Instituto Armado: los datos de este cuerpo son 8,09 veces más altos que los de la población general y un 59 por ciento mayores que los de la Policía. Entre los años 1990 y 2004, hubo un intento de suicidio en el Cuerpo cada diez días, cuando la media en el Cuerpo Nacional de Policía fue de un intento cada 23,3 días.
Consciente de la gravedad de estos datos, la Dirección de la Guardia Civil puso en marcha en septiembre de 2004 un plan para prevenir los suicidios. El asesor del proyecto, el profesor de la Universidad Cardenal Herrera-CEU de Valencia, Miguel Ángel Vidal, explicó entonces que el índice de suicidios en el Instituto Armado se sitúa en un 24 por cada 100.000 personas, muy por encima del 5,5 por cada 100.000 personas recogido para la población española por el Instituto Nacional de Estadística.
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