Los aeropuertos de Brasil volvieron a funcionar ayer, en medio de escenas de caos y una gran aglomeración de pasajeros, después de estar cerradas las operaciones durante casi toda la noche, por una huelga de controladores.
Los despegues en 49 aeropuertos del país fueron suspendidos por completo a las 21.00 hora local (00.00 GMT) del viernes por un paro de los controladores, que fue levantado durante la madrugada después de una tensa negociación con representantes del gobierno.
Los controladores pedían aumentos salariales, una modernización de los obsoletos equipos, la desmilitarización del sector y una menor carga laboral, acorde con las normas internacionales.
El gobierno, que se había negado a negociar con los gremios, se vio obligado a escuchar las reclamaciones ante la huelga, que comenzó en el centro de control de tráfico aéreo de Brasilia, responsable por la vigilancia del 75% de las operaciones del país.
El ministro de Planificación, Paulo Bernardo Silva, se reunió con representantes de los huelguistas durante la madrugada, por expresa orden del presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, quien supo de la situación en pleno vuelo hacia Washington, donde iba a reunirse con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush.
Según se informó oficialmente, se acordó la suspensión de la huelga, sin castigo alguno para los convocantes, que estuvieron a punto de ser detenidos por la policía, y abrir un proceso de negociaciones en torno a las peticiones de los trabajadores.
Asimismo, el ministro se comprometió a gestionar una reunión entre Lula y representantes gremiales, de modo que el presidente conozca directamente la posición de los controladores.
Aunque los vuelos volvieron lentamente a la normalidad , los aeropuertos amanecieron repletos de irritados pasajeros, que en muchos casos esperaban desde anoche para viajar a sus destinos.
Debido al "efecto dominó" causado por una paralización que duró en algunos casos hasta nueve horas, los vuelos estaban atrasados en todo el país y miles de pasajeros permanecían varados, pero las autoridades confiaban en normalizar la situación durante el día.
La crisis en la aviación brasileña comenzó tras la caída, el 29 de septiembre pasado, de un avión de la aerolínea GOL en el que murieron 154 personas.
Tras ese accidente, los controladores presentaron una serie de reivindicaciones hasta ahora no atendidas y en ocasiones hicieron huelgas de celo, que causaron enormes demoras en los vuelos.
En medio de la prolongada crisis, el pasado martes Lula dijo que había exigido a sus colaboradores un "diagnóstico preciso" y "un día y una hora" para anunciar "que se acabaron los problemas".
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