Esta empresa, instalada hace cuatro décadas en el Polígono Gamonal-Villayuda, junto a la carretera de Logroño, se dedica a la elaboración de tintes y a, mediante diversos procesos tecnológicos, dotar a las prendas de un tacto y de una presencia determinada.
La plantilla actual la conforman 103 trabajadores más otros 18 jubilados parciales. Estos trabajan el 15% de sus horas anuales.
Los dueños de Grabisa desde hace una década son una familia de industriales textiles catalanes que cuentan en Barcelona con otra firma del sector, Geisa, aunque ésta centrada en la elaboración de las telas y la confección de prendas de diversos materiales.
Los directivos entienden que la plantilla está sobredimensionada y que para salir de las pérdidas económicas y adaptarse a la carga de trabajo actual, al mercado y a los procesos productivos es necesario rescindir 35 contratos.
El comité de empresa, formado por cinco representantes de CCOO y cuatro de CTI (Confederación de Trabajadores Independientes), no comparte esa solución tan drástica, aunque entiende que es precisa una adaptación tecnológica y una reorganización de algunos procesos.
La próxima reunión tendrá lugar el lunes 21 de mayo. Hasta ese día, los trabajadores van a celebrar varias asambleas para analizar el presente y el futuro, buscar propuestas alternativas y reducir al máximo el número de despidos.
La opción de las prejubilaciones se presenta como poco explorable, pues ese cupo de trabajadores veteranos ya se encuentra en el grupo de los 18 jubilados parciales anteriormente citados.
La presentación del expediente de regulación de empleo (ERE) no pilló de sorpresa a la plantilla, pero, según fuentes sindicales, la cifra de 35 salidas de la planta de la carretera de Logroño debe reducirse al máximo y la dirección debiera buscar más producción con sus clientes externos. Entre un 80% y un 85% de la carga de trabajo de Grabisa se la aporta la otra firma de los propietarios, la barcelonesa Geisa.
pasado y futuro. Grabisa (Graells y Biosca, S.A.) acarrea una historia de cuatro décadas poniendo color a la ropa y no está exenta de periodos de tinte negro, o al menos muy oscuro. Así, hace diez años sufrió un proceso de suspensión de pagos y el correspondiente concurso de acreedores. Desde los sindicatos no se olvida ese mal momento y se elogia la valentía y firmeza de sus propietarios, que salieron adelante.
Ahora, aunque el futuro de la factoría de La Ventilla está asegurado y el grupo empresarial trabaja en el sector y conoce el paño, toca ponerse al día en plantilla, en maquinaria, en dimensiones. Y toca negociar cuántos trabajadores deberán recoger el finiquito y a cuánto ascenderá esa última nómina, pues ese será uno de los capítulos más duros de las negociaciones recién abiertas.
Hay balances, objetivos y deseos, y temores, pero no cifras ni fechas definitivas. Hay que hablar, negociar, acercar posiciones, buscar soluciones… para los trabajadores y para la empresa.
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