La discriminación, el acoso sexual o la violencia en el puesto de trabajo han sido objeto de numerosos estudios. La escuela de negocios de la Universidad de Washington, en Seattle, acaba de poner sobre la mesa otro fenómeno más: el que confirma que basta con que haya "una mala manzana" entre un grupo de trabajadores "para echar a perder el resto del barril", es decir, dañar el ambiente en la compañía.
"¿Quién no ha tenido una experiencia personal de trabajar con alguien que proyecta el comportamiento de la mala manzana?", se pregunta el estudio elaborado por Terence Mitchell y William Felps, publicado recientemente en la revista Research in Organizational Behavior, y en el que analiza dos docenas de trabajos centrados en las interacciones y conflictos entre los trabajadores. El estudio se centra en el examen de pequeños grupos, de hasta 15 empleados, en medio centenar de empresas del sector manufacturero.
La figura de la manzana mala, o también conocida como "matón de oficina", esparce pesimismo y división en el entorno que le rodea de varias formas: ridiculizando públicamente a algún compañero, haciendo comentarios éticos o religiosos inapropiados, haciendo circular rumores viciosos, amargando la vida a alguien o ejerciendo una actitud despectiva o intimidante hacia el resto. Además, carga su responsabilidad en otras personas, suele ser vaga, expresa una actitud pesimista y se irrita con facilidad.
Los investigadores precisan que, cuando este proceso empieza a contaminar el trabajo en equipo, "se convierte en un gasto innecesario de tiempo, de los recursos psicológicos y de la energía emocional". Como un agente tóxico o un virus que se dispersa por la oficina y que es capaz de destruir un buen equipo. Advierten de que una respuesta defensiva ante el problema puede crear una atmósfera negativa dominada por la frustración y miedo entre los empleados, en lugar de cultivar la confianza del equipo.
Es decir, la actitud negativa de un individuo puede prevalecer sobre el comportamiento positivo. Y el problema se agrava en función de la veteranía y del puesto del empleado en cuestión. Mitchell aconseja a los directivos que presten mucha atención en la contratación, pidiendo referencias sobre este tipo de conductas y con pruebas de personalidad que puedan sacar a la luz algún elemento de inestabilidad emocional. Y si la mala manzana termina por colarse en el tonel, propone que se recoloque al individuo en un puesto en el que las relaciones con otros empleados sean menores, antes de plantearse el despido.
"Las compañías deben actuar con rapidez para lidiar con el problema porque la negatividad de un único individuo puede ser perversa y destructiva, y dispersarse con rapidez", reitera Mitchell, profesor especializado en la gestión de empresas. Felps explica que decidió hacer este estudio a raíz de la experiencia de su mujer con uno de estos matones de oficina. Comenta que cuando este individuo estaba de baja, el ambiente cambiaba radicalmente y la gente empezaba a colaborar entre ella. "Pero cuando regresaba", señala, "las cosas volvían a ser desagradables".
En otro estudio elaborado por la Universidad de Arizona, se alerta a los gestores de empresas de que estas situaciones pueden llegar a convertir los lugares de trabajo en "zonas de guerra". Hasta tal punto el problema es serio, según sus autores, que el 30% de los empleados encuestados ha tenido que hacer frente a un episodio de este tipo. El gran problema es que muchas víctimas de este fenómeno se callan.
Sara Tracy, una de las relatoras del trabajo, dice que los empleados hablan más de acoso sexual o racial que de los matones de oficina. Sin embargo, advierte de que el coste para la compañía es elevado y afecta a la productividad. Y como en el estudio de la Universidad de Washington, coinciden en que una intervención temprana es clave para evitar la escalada y evitar costes innecesarios.
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