24 de noviembre de 2024
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Una nueva clase obrera china, de entre 100 y 200 millones de emigrantes del campo, acepta jornadas de 14 horas

Una nueva clase obrera china, de entre 100 y 200 millones de emigrantes del campo, acepta jornadas de 14 horas

Cómo consiguen los chinos fabricar ropa y zapatos tan baratos? La respuesta es sencilla: porque son pobres. Para ellos, casi cualquier condición laboral parece aceptable.

A ello se suma la eficacia general de China. Como dice un empresario, "precios baratos también los hay en el textil de Bangladesh, pero aquí sabes que los plazos se cumplen y que el contenedor llega a su destino rápido y sin problemas de aduana".

En China hay dos clases obreras; la "socialista" de la antigua industria estatal, parcialmente desmantelada y que aún conserva algunos privilegios (vivienda, escuelas, pensiones) de los que sus homólogos occidentales carecían cuando estaban, hace muchos años, a un nivel de rentas comparable, y la "nueva clase obrera", compuesta por entre 100 y 200 millones de emigrantes del campo. Esta segunda clase es la que alimenta el sector de la manufactura para la exportación, al que pertenece el textil y el calzado. Es un sector mucho más explotado. Sus fábricas no pagan el salario mínimo; los operarios trabajan entre 12 y 14 horas, a veces sin cobrar las horas extras, y no hay sindicatos ni beneficios extras de ningún tipo para los trabajadores.

Tanto en el textil como en el calzado la "fabricación china" engloba una realidad más diversa. En los últimos doce años, el 66% del aumento de las exportaciones chinas fue obra de multinacionales establecidas en China. Hay empresas chinas propiamente dichas, asiáticas (de Japón, Corea, Taiwán y Hong Kong) y occidentales creando el made in China. Los expertos coinciden en que las chinas están en el grupo que ofrece las peores condiciones de trabajo. Las multinacionales occidentales salen algo mejor paradas.

El sector del calzado de algunas regiones (el delta del río de la Perla, en Cantón) está dominado por asiáticos. Algunos países asiáticos, como Corea del Sur o la isla de Taiwán, realizaron su última industrialización en regímenes militares, lo que dejó su impronta en las relaciones laborales. Los castigos físicos no eran desconocidos, por ejemplo. Hoy, tanto en Corea del Sur como en Taiwán comienzan a asomar los sindicatos, los costes laborales han subido, así que muchas empresas se han trasladado a China reproduciendo aquellas condiciones. La mayor parte de los grandes fabricantes españoles del sector del calzado producen o compran componentes en China.

La explotación no es sólo un problema del textil. En el sector del juguete, las empresas chinas están presionadas por los intermediarios extranjeros y se ven obligadas a competir entre ellas en costes para lograr pedidos.

En los últimos 25 años la liberalización ha hecho que los obreros chinos, unidos a los del antiguo bloque comunista del este de Europa y los de India, hayan doblado la mano de obra global. China, que tiene la mayor clase obrera del mundo, responde del 50% de ese aumento. Las condiciones de vida y trabajo de esta clase obrera repercuten en las de los obreros de los países centrales. "Bajos salarios y malas condiciones de trabajo en China empujan hacia abajo al resto del mundo: el fracaso de la mejora de esas condiciones en China tendrá un efecto devastador para los trabajadores de todo el mundo", afirman tres expertos del Global Labor Strategies.

En los últimos años, la tendencia general de las condiciones de trabajo en China es a mejorar. Preocupado por la estabilidad, el Gobierno chino es beligerante. El vicepresidente del comité permanente de la Asamblea Nacional Popular, Cheng Siwei, ha dicho que se necesita urgentemente una legislación que fuerce a las empresas a tomarse más en serio su responsabilidad social. El Gobierno ha preparado una nueva ley laboral, que se aprobará en junio. Su texto protege derechos, complica algo los despidos e incrementa el papel de la oficial Federación China de Sindicatos, de 150 millones de afiliados.

La reacción del empresariado extranjero ha sido negativa. La Cámara de Comercio Americana en Shanghai amenazó con abandonar China y replegarse a países como Tailandia y Pakistán. El ex presidente de la Cámara de Comercio Europea en China dijo que la ley "podría forzar a las compañías extranjeras a reconsiderar sus inversiones y continuar sus actividades en China". "Si las regulaciones afectan a la eficacia y la flexibilidad, las compañías se podrían ir a India o al Sudeste Asiático", señaló un experto de la Cámara de Comercio Británica. Estas presiones han logrado descafeinar parcialmente la ley y los sindicatos occidentales se han dado cuenta de la importancia de cooperar con la gran federación sindical china y con el Gobierno para participar en un pulso que les concierne directamente. Así, la pregunta de cómo consiguen fabricar ropa y zapatos tan baratos es algo más que un asunto chino.

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