Estos emigrantes quizás nunca pisarán territorio europeo. Se trata de africanos varados en el desierto del sur de Argelia, a la mitad de un camino largo y peligroso que comenzaron a recorrer en busca de una vida mejor.
En la periferia de la ciudad de Tamanraset, enclavada en el Desierto del Sahara, hay miles de inmigrantes que viven entre las piedras y los escombros, y que se debaten entre dos opciones desafiantes: ¿Deben admitir la derrota y sufrir la vergüenza de regresar a su lugar de origen con las manos vacías o deben buscar trabajo -tarea casi imposible aquí- para financiar otro intento de llegar a Europa?
El que tantos emigrantes se encuentren en este limbo no es casualidad. Los gobiernos europeos, que deben someterse al juicio de los votantes hostiles a la inmigración ilegal, han instado a que los países del norte de Africa actúen como el primer frente de batalla contra los indocumentados.
Esos países son alentados a detener a los emigrantes antes de que estén siquiera cerca del territorio europeo.
En Tamanraset, la policía argelina ha respondido a esas peticiones. Los emigrantes son enjaulados y subidos en camiones, que los dejan en un campamento en Tin Zaouatin, en la frontera de la vecina Mali. Los trabajadores asistenciales aquí señalan que esos traslados se realizan aproximadamente una vez al mes. En ocasiones, cientos de personas son deportadas.
"Los países del Magreb se están convirtiendo en una especie de zona de seguridad para que la UE detenga estos movimientos hacia Europa", dijo Peter Van den Vaart, quien se retiró el mes pasado como representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia.
La Unión Europea está trabajando para cerrar sus fronteras, "con un énfasis en el aspecto represivo", añadió.
Un portavoz de la policía argelina no respondió a las solicitudes de una entrevista.
En Tamanraset puede que haya hasta 3.000 emigrantes, principalmente del occidente de Africa, quienes buscaban llegar al norte. Una ruta los lleva al noroeste, por Marruecos, desde donde pueden intentar la peligrosa travesía en lancha a las Islas Canarias. Otros se dirigen al oriente, a Libia, donde esperan encontrar trabajo en una floreciente industria de la construcción apoyada en los ingresos petroleros.
También desde Libia, los indocumentados pueden cruzar por mar hacia Malta o Sicilia.
Pero algunos, maltratados por la policía y aquejados por el hambre y las enfermedades, señalan que su mejor opción es dar marcha atrás.
"Llevo aquí un par de años y no he conseguido nada", se lamentó Eugene Combapuie, un liberiano de 29 años, quien huyó de la guerra civil en su país en el 2002 y pasó tribulaciones en Costa de Marfil y Libia, antes de llegar a Argelia.
"En el tiempo que he perdido aquí en Argelia, hubiera podido lograr algo en otro lugar", reconoció, cerca de un refugio improvisado en la periferia de Tamanraset.
Combapuie contrajo la tuberculosis en una prisión en el norte de Argelia, antes de que la policía lo detuviera por no tener documentos.
El liberiano dice que incluso los emigrantes con documentos que eran refugiados tuvieron problemas.
"Incluso si uno tiene un papel, la policía le dice que no sabe inglés ni francés, sólo árabe. Y al final, uno queda encerrado".
Combapuie sigue un tratamiento, gracias a un médico local, y espera volver a su país, donde la guerra ha terminado.
"Cuando vuelva a Liberia, todo será mejor, con la voluntad de Dios", señaló.
Otros emigrantes, quienes decidieron salir de sus países por la falta de oportunidades económicas, consideran que no tienen a qué volver. Algunos de los deportados a Tin Zaouatin regresan a Argelia en cuanto pueden pagar los 30 euros que se les cobra por el traslado en jeep a través de la frontera, muy extensa y poco vigilada.
Feisal Abdelaziz, quien trabaja en Tamanraset con la Comisión Internacional para el Desarrollo de los Pueblos, una organización no gubernamental italiana, trata de prevenir a los emigrantes sobre los riesgos del viaje.
"Me responden: 'Sí, todo eso es verdad, pero dame un empleo en mi país'", relató.
Las deportaciones o repatriaciones colectivas son también comunes en Marruecos y Libia, los otros dos países de la región más afectados por la inmigración. Varios grupos de derechos humanos han protestado por las medidas.
Durante dos cumbres entre países africanos y europeos, realizadas el año pasado en Rabat y Trípoli, las declaraciones finales enfatizaron la necesidad de proteger los derechos de los inmigrantes y atender los problemas de pobreza y violencia que causan la emigración.
Pero Alí Bensaad, catedrático de la Universidad de Provenza, Francia, dijo que la prioridad de la política europea hacia los emigrantes africanos se limita "a mantenerlos lo más lejos posible de Europa".
Bensaad añadió que los gobiernos del norte de Africa cooperan. Citó una ley promulgada recientemente en Túnez, para encarcelar a quienes ofrezcan ayuda a los emigrantes, así como la creación de un escuadrón policial argelino para combatir la inmigración ilegal.
"Todos los países del Magreb, incluida Argelia, tratan de desestimar este problema para no parecer afectados por la inmigración, porque es una realidad que no quieren afrontar. Tampoco quieren dar respuestas a necesidades sociales o judiciales", agregó.
Ello deja a los emigrantes en la marginalidad de lugares como Tamanraset.
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