El 45% de las mujeres de la Unión Europea (UE) ha denunciado alguna forma de acoso sexual (circunstancia abordada en un sentido muy amplio) durante su actividad laboral, según recoge el último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) relativo a la igualdad de género. La investigación muestra que el perfil de mujer más vulnerable responde al de una joven, económicamente dependiente, soltera o divorciada e inmigrante.
La OIT define este tipo de atosigamiento como un comportamiento desagradable y ofensivo para la víctima. Alerta de que durante la última década el conflicto se ha generalizado y se ha convertido “en una preocupación mayor” tanto en los ámbitos nacionales como en los internacionales.
El informe explica que el acoso sexual en el ámbito laboral se presenta de dos formas. Una radica en que el autor une el consentimiento a sus pretensiones con un beneficio profesional (aumento de sueldo, promoción, permanencia en el empleo…). La otra consiste en un ambiente hostil, con situaciones de intimidación o humillación. El daño puede ser físico (violencia, tocamientos o acercamientos innecesarios); verbal (comentarios, preguntas o llamadas de teléfono ofensivas); y no verbal (silbidos, gestos de connotación sexual y presentación de objetos pornográficos).
El informe refleja también que el acoso entre las personas del mismo sexo es reciente pero con una tendencia ascendente. Los hombres comienzan a padecer este tipo de persecución y los más perjudicados son los jóvenes, homosexuales y miembros de minorías étnicas o raciales.
Costes y soluciones
Por otro lado, la OIT resalta que el acoso sexual en el trabajo tiene elevados y generalizados costes. Para las víctimas supone sufrimientos psicológicos, con humillación, pérdida de la autoestima, cambio del comportamiento, aislamiento y deterioro de las relaciones sociales. Existen situaciones sumamente graves en las que la persona acosada cae en el abuso de drogas y de alcohol, abandona el empleo e, incluso, llega a suicidarse.
Los empresarios, por su parte, padecen disminución de la productividad debido a la desmotivación, al absentismo laboral y al deterioro del trabajo en equipo. Además, se han de enfrentar a la falta de candidatos para las vacantes que se producen en lugares donde se teme por el acoso sexual. Cuando la desconfianza persiste y se extiende en una empresa, el deterioro afecta a las políticas de progreso e innovación, de manera que cualquier modernización se ve frenada.
La sociedad igualmente tiene que asumir su parte de perjuicios. La reintegración laboral de las víctimas tiene costes a largo plazo financiados por los sistemas públicos de protección. De otra parte, el fenómeno genera un incremento del gasto por desempleo y jubilación. También es preciso hacer frente a procesos legales y penales.
La experiencia en muchos países muestra que la lucha efectiva contra el acoso sexual en el lugar de trabajo exige la combinación de un marco legal y de una mayor actuación de las instituciones adecuadamente financiada. Asimismo, la OIT resalta la necesidad de conseguir una mayor sensibilización sobre el tema.
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