El presidente Zapatero ha advertido a los empresarios que el Gobierno no va a consentir “que haya trabajo ilegal, fraudulento ni que se explote a nadie, venga de donde venga”. Lo ha dicho delante del ex presidente de la CEOE, José María Cuevas, en el homenaje a Nicolás Redondo en su 80 aniversario celebrado este sábado en Madrid.
Homenaje emotivo al que fuera secretario general ugetista el que la UGT ha celebrado en Madrid, con presencia de destacadas figuras de la vida política, sindical, empresarial y social, pero con ausencias muy significativas: no asistieron –tampoco estaba previsto, es cierto- ni Felipe González ni Alfonso Guerra. Pero sí ha estado el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
En un breve intervención, Zapatero ha advertido a la patronal que “no vamos a consentir que haya trabajo ilegal, fraudulento ni que se explote a nadie, venga de donde venga”, en clara referencia a la inmigración en España, una cuestión que abordó, junto con la ley de dependencia, de una forma muy emotiva.
Emotiva porque Zapatero se refirió a Redondo con la máxima amabilidad y reconocimiento personal: “Ha demostrado lo que merece la pena en la vida: en la vida merece la pena comprometerse, tomar partido”, que es lo que habría hecho Redondo a lo largo de su vida, un “hombre que no es de homenajes”, pero “sí es entrañable. Eso para mí significa este acto en una Casa del Pueblo”.
Zapatero calificó de “sabia decisión” la de dejar de estar en el Parlamento, es decir, de que a partir de 1987 abandonaran las actas parlamentarias algunos diputados ugetistas para que PSOE y UGT pudieran estar en su sitio. “Vivimos esa crisis [la de la huelga general de 1988], que tuvo un poco de esquizofrenia, pero que era necesaria: vivimos de estar demasiado juntos, para luego separarnos y ponernos en nuestro sitio que es como estamos ahora”.
Pero Zapatero fue más allá, quiso hablar al hombre, en un discurso sin titulares para la prensa: “Nicolás, siéntete orgulloso, pero como se siente un socialista, íntimamente orgulloso”, porque “perteneces a una generación de españoles que sí habéis estado a la altura de las circunstancias”. Zapatero finalizó con un “Nicolás, viva la UGT, vivan los trabajadores y vivan los ‘Redondo’”.
Muy personalísimo fue el reconocimiento de José María Fidalgo –secretario general de CC.OO.- a la figura de Redondo en este acto “no sólo motivo, sino relevante”. La importancia de las palabras de Fidalgo vino determinada por el personalismo con el que el líder de Comisiones abordó la figura de Redondo y de otros luchadores antifranquistas como él: “Fuisteis para gente de mi quinta muy importantes”, porque “en cierto modo, mi generación no se explica sin la vuestra. Erais nuestros héroes”. Fidalgo destacó la “sencillez y la dignidad” de Redondo, para acabar con una frase que él sabe que aún hoy hace temblar al líder ugetista: “Viva la libertad, viva la lucha de los trabajadores”.
José María Cuevas, ex presidente de la CEOE, hizo un discurso cordial, en el que expresó el “respecto, admiración y cariño” que sentía por el octogenario líder ugetista, con un recuerdo especial hacia la forma en que patronal y sindicatos pudieron recorrer el camino del consenso en los tiempos difíciles.
John Monks, secretario general de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), recapacitó sobre el “importantísimo papel” que jugaron Nicolás Redondo y la UGT en la transformación que requería el sindicalismo moderno, y lo difícil que fue para Redondo romper los férreos nexos existentes con el partido: “Él vio unos sindicatos que deberían ser independientes”, no ‘correa de transmisión’ de los partidos. Dos reglaos entregados en mano: una estatuilla y una placa del reciente congreso de la CES celebrado en Sevilla.
Guy Ryder, secretario general de la Confederación Sindical Internacional (CSI), se sintió “verdaderamente privilegiado” de estar presente en el homenaje al “compañero y amigo” Nicolás Redondo, “arquitecto, junto al señor Cuevas, del diálogo social en este país”, o bien “niño de la guerra, luchador contra el franquismo, arquitecto de democracia”. También le trajo un regalo desde Bruselas: un póster recordatoria de la internacional que también recogió Redondo en la tribuna.
Nicolás Redondo, increíblemente conservado a sus 80 años, agradeció el homenaje y las asistencias. Allí estaba su hijo, Nicolás Redondo Terreros, que también este mismo día, precisamente, era su cumpleaños: 49 años. Padre e hijo nacieron el mismo día. Agradecimiento especial a Rodríguez Zapatero, como secretario general del PSOE y presidente del Gobierno. Pero ni una palabra de los que a Zapatero antecedieron en el cargo.
El acto fue cerrado por el secretario general de UGT, Cándido Méndez, que le hizo entrega de una estatuilla representando la paz. “Nicolás es una persona digna y sencilla, pero no es una persona que haya hecho análisis simplistas de la realidad”, dijo Méndez, calificándole de “una persona reformista, nunca ha sido un revolucionario”.
Méndez, que hizo un repaso de lo que ha sido la historia moderna de España desde la óptica del sindicalismo, colocó a Redondo en la línea de Pablo Iglesias, de Indalecio Prieto y de Francisco Largo Caballero. Y profundo orgullo por algo que a Méndez nadie le podrá quitar: “Haber sido el sucesor de Nicolás Redondo en la Secretaría General de la UGT”.
Las presencias versus las ausencias
Emotivo homenaje, pues, con las glorias pasadas que hicieron posible la transición en España. En la sede confederal de UGT estaban presentes la Izquierda Socialista (IS, la corriente interna del PSOE) de ayer, de hoy y de siempre: Pablo Castellano, Alonso Puerta, Luis Gómez Llorente, Antonio García Santesmases –organizador de las jornadas de homenaje a Nicolás Redondo y autor del libro “Historia, memoria y futuro. Nicolás Redondo (1927-2007)-, o Juan Antonio Barrio de Penagos.
Pero hubo más y destacadas presencias: José María Fidalgo, de CC.OO., además, claro, del ugetista Cándido Méndez; José María Cuevas, ex presidente de CEOE, o la presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas. Y otras figuras del comunismo y del socialismo: Paca Sauquillo; Paco Frutos, secretario general del PCE; Santiago Carrillo; Josep Borrell; la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona; el secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda; el ‘viejo compañero’ Agustín Ibarrola, con el que llegó a coincidir en la cárcel, o el defensor del Pueblo, Enrique Múgica.
Otros estuvieron ‘en carta’, como el presidente de Asturias, Vicente Álvarez Areces; el general Sabino Fernández Campos; el socialista vasco José María Benegas, o el presidente de Andalucía y del PSOE, Manuel Chaves, en cuya misiva, leída por el secretario general de UGT Madrid, José Ricardo Martínez, conductor del acto, decía sumarse al homenaje “con emoción y afecto”.
Pero las presencias fueron importantes, más lo fueron las ausencias: al acto no asistieron –parece que ni siquiera estaban invitados por la organización, controlada por Antón Saracíbar- ni Felipe González ni Alfonso Guerra, dos figuras imprescindibles de la historia contemporánea de España, del socialismo y del ugetismo español y, sin duda, de la vida de Nicolás Redondo, y viceversa.
El acto se inició con un largo vídeo –más de 23 minutos- de recorrido por la vida de Redondo en la dura España del siglo XX: desde su nacimiento, en 1927, al paso de la guerra civil y la durísima represión franquista; los congresos del PSOE y de UGT en el exilio –de pasada tocó el vídeo el fundamental Congreso de Suresnes, en 1974, fundamental por lo que supuso de ruptura con más de la mitad del exilio (Llopis, Pasqual, Julio Rodríguez, Lara) y por lo que supondría para la España democrática-, el inicio de la transición y los debates constitucionales y la inevitable ruptura entre sindicato y partido ante un Gobierno socialista que, según la UGT, ponía escaso énfasis en el obrerismo en un momento de dura reconversión industrial. De cómo Redondo empezó entonces a reivindicar el ‘prietismo’ y el ‘largocaballerismo’ que tan poca gracia hacían al tandem González-Guerra.
A lo largo de ese vídeo, el propio Redondo iba desgranando su pensamiento en cada momento histórico: la pérdida del sentimiento internacionalista en el PSOE de FG; la dicotomía “solidaridad o igualdad”, donde él rechaza esa solidaridad, entendida casi como beneficencia, y apuesta por la igualdad, por la constitución de un Estado intervencionista que ponga las bases de un reparto equitativo de la riqueza, de los medios de producción. Eso era, para Redondo, hacer sindicalismo, y hacer sindicalismo era hacer clase obrera. Ése es, en el fondo, el sentido de ese ‘Tuyo y de la causa obrera’ que tanto daño le hizo a Felipe González, el ausente.
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