Hace sólo tres años, las prejubilaciones suponían el 60% de las jubilaciones registradas, mientras que el 40% de los casos restantes correspondía a trabajadores que se retiraban a partir de los 65 años. Un año después, en 2005, este porcentaje se invirtió, por fortuna. El antiguo ministro de Trabajo Manuel Pimentel siempre fue muy crítico con las prejubilaciones en empresas que no estaban en crisis. “Yo mantenía que en un país donde la pirámide demográfica es la que es, que envejece, no se hace ningún bien público con adelantar la edad de jubilación”.
Además del coste económico que suponen, las prejubilaciones pueden causar grandes daños a los profesionales. De un día para otro, pasan de estar en la primera línea del frente a un “cómodo” retiro. “No deja de ser traumático que una persona con 52 ó 55 años abandone su vida laboral activa, pero en muchos casos la oferta es muy atractiva. El caso más espectacular es el de Radio Televisión Española. Las condiciones son tan magníficas que casi nadie se atreve a rechazarlas. Pero eso no deja de suponer un coste para el profesional, sobre todo cuando se desempeñan trabajos intelectuales”, sostiene Blanca Villate, de Comisiones Obreras.
José María Llorente, antiguo directivo de Huarte y miembro de la junta directiva de SECOT (Seniors Españoles para la Cooperación Técnica), da una serie de consejos para que el retiro forzoso no provoque una pérdida de autoestima o, incluso, una depresión: “A partir de cierta edad hay que empezar a pensar en esta posibilidad, y diseñar un plan para el día después. Lo mejor es hacer algo fuera de casa, es decir, una actividad exterior, y también mantener una actividad
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