No tienen derecho a cobrar el paro; sólo les conceden un día de descanso a la semana que muchos empleadores no respetan; si enferman o se quedan embarazadas, algunos jefes las despiden de manera fulminante, y el régimen general de trabajo, del que ahora no forman parte, les niega la posibilidad de una jubilación anticipada.
A este aterrador panorama laboral se enfrentan a diario en la comunidad de Madrid un ejército de 80.000 personas, una inmensa mayoría mujeres, que trabajan en el empleo doméstico y que se ocupan de cuidar niños y ancianos o se dedican a las tareas de limpieza.
Relación verbal
El régimen especial que cobija a estas personas ni siquiera obliga a la existencia de un contrato en condiciones. Casi siempre la relación se establece de forma verbal; por eso, unas 25.000 mujeres, con papeles o sin ellos, según CC. OO., no están dadas de alta en la Seguridad Social.
Las que sí lo están, unas 55.000, es porque trabajan para varios empleadores y en la mayoría de los casos se pagan ellas mismas la Seguridad Social: 146 euros de media al mes, a pesar de que los sueldos van sólo de 300 a 800 euros.
Nueva normativa en ocho años
El perfil de estas trabajadoras, dice CC. OO., es el de una latinoamericana de unos 35 años y en situación irregular, con un nivel de estudios medio y cargas familiares. El empleo doméstico es su billete de entrada al mundo laboral, aunque a un precio muy alto.
El Gobierno central quiere corregir las situaciones de semiesclavitud que viven las empleadas de hogar y prepara una normativa para que, entre otras cosas, puedan cobrar el paro, se profesionalice el sector y suban los sueldos. Claro que la nueva normativa no llegará pronto. Se impondrá gradualmente en los próximos siete u ocho años.
Tres mujeres cuentan su historia
Julia Reyes. Ecuador, 52 años. "Nosotras somos como robots. Es que ni siquiera podemos enfermar y las jornadas de trabajo a veces son de 12 o 14 horas", dice Julia, presidenta de Sedoac, una asociación en defensa de las empleadas domésticas.
Gilda Enríquez. Ecuador, 25 años. "Me gustaría estudiar", dice Gilda, empleada de hogar desde que llegó a España hace cinco años. Antes de encontrar a una familia peruana que le ha hecho contrato y que la trata bien, dice que pasó todo tipo de calvarios. Gana 650 euros al mes.
Eliska Novotna. República Checa, 28 años. "Trabajo en tres casas", cuenta Eliska, madre de 3 niños. Para conseguir sus papeles, trabajó antes para cinco empleadores y se acogió a la última regularización. Ahora no puede pagar la Seguridad social. El sueldo (300 euros al mes) no le alcanza.
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