Desde que el mundo es mundo, la figura del soplón ha tenido siempre connotaciones bastante negativas. Nadie quiere tener uno de estos personajes entre sus filas, ya que son los encargados de dar a conocer prácticas o informaciones que se quieren mantener ocultas por irregulares o por poco lícitas. Soplones hay en todos los estamentos sociales y a todos los niveles, desde el recreo de los colegios hasta la alta política, y como no, también en las empresas.
Ha sido precisamente en este ámbito donde los investigadores de la Universidad de Chicago han trabajado para determinar ¿Quién es el “soplón” en el fraude corporativo?. Y los resultados vienen a confirmar algo que todos directa o indirectamente sabíamos pero que no se había fundamentado en datos concretos.
Así, una de las principales conclusiones del estudio es que no existe un actor único en la revelación del fraude, sino que el proceso de detección de este tipo de acciones responde a una cadena de individuos que pertenecen a un determinado grupo y que se implican de diferente forma y lo hacen por diferentes motivos.
Por ejemplo, en el caso de Enron, alguien de dentro soltó la información que fue publicada en un artículo de la edición tejana de The Wall Street Journal, que a su vez llamó la atención de un gestor de fondos y consejero de Bethany McLean, editora de la revista Fortune que, finalmente, hizo un reportaje bajo el titular ¿Se ha sobrevaluado a Enron? Y desde ahí la bola de nieve fue imparable.
El caso de la eléctrica, sin embargo, pone de manifiesto que, pese a lo que se pueda creer, no son los reguladores del mercado quienes acostumbran a levantar la liebre, sino los propios empleados de la empresa y, sobre todo, de niveles medios y bajos; muy pocas veces se encuentran soplones en los niveles administrativos más altos.
El trabajador, el mayor enemigo
La información es poder, no falla. Cuanta más información se tiene más aumenta la confianza de un individuo en él mismo y más necesita trasmitirla a terceros como forma de demostrar todo lo que sabe. Además, existe también entre los estratos medios y bajos de las empresas cierta animadversión hacia la dirección de la misma que, unida al factor anterior, se convierte en una bomba de relojería. Pero esta actitud no responde a un sentimiento por hacer lo correcto y denunciar las irregularidades, en la mayoría de los casos se hace por dinero y por hacer daño a la compañía, a pesar de poner en riesgo el puesto de trabajo, sufrir acoso laboral, físico u ostracismo.
Una vez que la información ha salido del edificio, el siguiente paso es clave. Lejos de lo que pueda parecer, lo importante no es que llegue a oídos de reguladores administrativos, sino a los medios de comunicación. Una historia que no sale en el papel no existe y, además, a todo soplón le gusta tener su minuto de gloria en los medios, aunque sea desde la sombra.
Por eso, según el ranking elaborado por la Universidad de Chicago, el principal soplón de una empresa son sus propios empleados, seguidos de los medios de comunicación, los reguladores no financieros, analistas, auditores, actores estratégicos, la SEC (Comisión de Valores y Cambio en los Estados Unidos), accionistas, empresas de servicios profesionales y vendedores al descubierto.
El dinero: motor de arranque
Una de las principales conclusiones que se desprenden de este estudio es que los enfoques que manejan los organismos principales han sido costosos e ineficaces, y que la mayoría de las reformas introducidas a raíz de los escándalos corporativos de finales del siglo XX y principios del XXI no han tenido un impacto considerable en la detección de fraudes.
Por eso, desde la Universidad de Chicago apuntan, para que exista efectividad, a la puesta en marcha de una compleja red de actores del mercado que se complementen entre si y a la creación de un sistema de recompensas para aquellos que destapen una situación irregular. ¿Alguien quiere ser el primero?
María Igartua
http://www.cotizalia.com/cache/2007/07/18/73_quien_soplon_empresa.html
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