Marija, bielorrusa de 27 años, acabó sus estudios de filología francesa en la Universidad de Minsk en junio de 2006, pero la falta de expectativas laborales, la represión política en la última dictadura europea y "varias amigas que habían emi grado a Londres y Bruselas" le hicieron dar el paso. Sola y sin visa, cruzó la frontera bielorrusa-polaca y, tras atravesar media Europa en tren, llegó a Bruselas. Ahora trabaja, sin contrato pero contenta -dice- porque la "tratan bien" y le pagan "como a los demás", como camarera en una terraza de moda a pocos pasos de la sede del Parlamento Europeo.
Como Marija hay cientos de miles de ciudadanos de países del antiguo bloque soviético que han emigrado a la UE, la mayoría sin papeles. Los primeros, polacos y rumanos en su mayoría, obtuvieron documentos cuando sus países ingresaron en el bloque europeo, en 2004 y 2007.
Las fronteras orientales de la Unión Europea (UE) se están convirtiendo, desde la ampliación al Este del bloque comunitario en 2004, en una puerta abierta a la inmigración ilegal. Franco Frattini, vicepresidente de la Comisión Europea y encargado de Justicia e Interior, dijo la semana pasada en el Parlamento Europeo que el número de inmigrantes ilegales que entran en la UE desde esos países sigue creciendo.
Muchos lo hacen a través de dos regiones: el Mar Negro y los Balcanes occidentales. Una vez que entran en territorio polaco o rumano, por ejemplo, pueden ir hasta Lisboa y con un poco de suerte nadie les pedirá la documentación.
El Mar Mediterráneo y las costas del África Occidental son, desde hace años, las vías más visibles de la inmigración ilegal que busca alcanzar la UE, principalmente debido al drama que supone ver a cientos de jóvenes hundirse en frágiles embarcaciones después de hacer travesías de más de 1.000 kilómetros desde Mauritania, Senegal e incluso más al sur hasta las Islas Canarias. O desde Túnez, con largas travesías hacia las costas italianas.
Lo que intenta ahora Frattini es alertar de la existencia de otras rutas, que apenas salen en los medios de comunicación, y por las que entran cientos de miles de inmigrantes que luego, debido a su "invisibilidad", no tienen tanta suerte como Marija y son explotados, muchas veces en redes de prostitución.
Así, Frattini confirmó que "los inmigrantes ilegales que llegan desde el Este son muchas veces víctimas de explotación sexual, tráfico de seres humanos y trabajos forzados". El comisario estima que al menos medio millón de personas están entrando cada año en la UE por estas vías.
Por ahora, la Comisión Europea apuesta por reforzar los controles de seguridad en los Balcanes occidentales a través de acuerdos que extiendan la emisión de visas Schengen (válidas para casi toda la UE) y que promuevan medidas de repatriación de los inmigrantes que hayan entrado en la UE de forma ilegal.
Además, la Comisión espera alcanzar este año acuerdos con Bosnia-Herzegovina, Albania, Macedonia, Serbia y Montenegro, que permitan a los ciudadanos de esos países acceder legalmente al mercado laboral europeo.
Bruselas también quiere reformar en profundidad la lucha contra el crimen organizado y el control fronterizo. A los ciudadanos de los Balcanes sólo se les permitiría viajar a la UE sin visa cuando sus países demostraran compromiso y eficacia en el control de sus fronteras.
A la vez, Frattini está intentando definir un sistema de inmigración legal desde los países africanos hacia la UE que evite las muertes en el Atlántico y el Mediterráneo de jóvenes que sueñan con construirse una vida mejor en la UE.
Un ejemplo puesto por el comisario sería el de facilitar visas a estudiantes de Marruecos y Túnez. A cambio, la UE exigiría el compromiso de aceptar de regreso a los inmigrantes ilegales que salieran desde esos países, fueran sus nacionales o no. Frattini haría esa oferta porque entiende que para muchos países africanos no es fácil aceptar acuerdos de repatriación sin contrapartidas.
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