Las radios de las embarcaciones de pesca de toda la cornisa cantábrica arden en cientos de comunicaciones para intentar tomar medidas de presión conjuntas contra la insostenible comercialización de sus capturas en lonja. A pesar del gran número de toneladas de túnidos desembarcadas hasta la fecha, los bajos precios alcanzados en la venta han sido un enorme mazazo para los armadores, incapaces de enderezar el rumbo tras la crisis de la anchoa.
Aún así, las protestas sobre los precios no se centran solamente en la presente campaña de bonito, puesto que la flota dedicada a la pesca de especies como la merluza también padece el enorme impacto comercial de las importaciones de pescado que hunden irremisiblemente los precios para los pescadores autóctonos.
Adherido al problema de la comercialización, los altos precios del combustible lastran la rentabilidad de la flota, que afronta travesías más largas para pescar por el agotamiento sistemático de los recursos del Cantábrico. Este encarecimiento del fuel es especialmente sangrante para los armadores vascos, que sostienen el gasto total del gasoil, a diferencia del resto del Cantábrico, donde se comparte entre armador y marineros al 50%.
La convocatoria de este amarre parece generalizarse tanto a los buques de bajura como a los de altura, que acercan posturas para crear un frente común de medidas que protejan y garanticen la continuidad del sector. Entre algunas de las normas que se antojan necesarias para corregir las fluctuaciones de los precios están, entre otras, la implementación de precios mínimos y máximos, conseguir un gasoil profesional o restringir las masivas importaciones de pescado provenientes de países de todo el planeta que ahogan el mercado local. En los próximos días se fijarán las pautas sobre las que gravitarán las reclamaciones de toda la flota pesquera del norte.
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