Las nuevas formas de organizar las vacaciones que adoptan ahora las familias, con la mujer incorporada a la vida laboral y el tiempo de descanso limitado por los horarios y exigencias de las empresas, han dado como resultado la aparición de la figura de "la Rodríguez", una madre que pasa por trabajo parte de su verano sola en la ciudad y manda a sus hijos menores a campamentos o con los abuelos.
Así opina la psicóloga María Teresa Muñoz, vicepresidenta de la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP), para quien la mujer que se queda en casa durante las vacaciones no utiliza su momentánea liberación de pareja e hijos para "echar una cana al aire", como haría el hombre, según Muñoz. Tampoco tiene tantos problemas con la soledad, motivo por el que según la experta el "Rodríguez" buscaría compañía femenina, ni dificultades con las tareas domésticas, con las que ella suela estar más familiarizada.
"La "Rodríguez" marca importantes diferencias con el prototipo tradicional marcado por el hombre, que corresponde al del casado que trata de despertar envidia por su estadio de aparente soltería veraniega pero que en el fondo, esta más solo que la una. Esto no es extrapolable a la mujer que se queda en casa por trabajo y que estaría asumiendo su responsabilidad nada más", explicó.
De esta nueva forma de organizar las vacaciones, muy diferente a los tradicionales veranos familiares en la playa, un "aspecto positivo" es el papel que se da en estas fechas a los abuelos, que en muchos casos son los encargados de cuidar a los hijos menores mientras los padres trabajan o descansan. Según Muñoz, resulta "saludable" para el niño, porque le facilita sentirse arraigado en una generación, y para los padres, que así "se quedan tranquilos".
Respecto al veraneo en pareja, la psicóloga advierte de los peligros que para la unión tienen estos periodos, ya que septiembre y octubre son los meses de más demandas de divorcio o separación. A su juicio, cuando "la pareja en estado puro, sin el trabajo, los hijos y los amigos", convive durante tanto tiempo, se da cuenta de que tiene que tomar decisiones y resolver problemas de la vida cotidiana con los que no tiene que enfrentarse durante en la rutina cotidiana y que pueden ser germen de discusiones.
"Cuando no hay vacaciones, la convivencia es descafeinada, porque muchas parejas a penas conviven. Sin embargo, cuando llega el momento de gestionar el ocio y no el negocio, sale a flote la poca tolerancia a la frustración o la poca "capacidad de aguante", como se decía antes, que tienen los miembros de la pareja", concluyó.
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