29 de noviembre de 2024
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Uno de cada tres vascos se muestra reacio e intolerante ante el fenómeno de la inmigración

Uno de cada tres vascos se muestra reacio e intolerante ante el fenómeno de la inmigración

"El nivel de estudios y la ideología son los factores clave para determinar la actitud frente a la inmigración", asegura el director del Observatorio Vasco de la Inmigración, Xabier Aierdi. Para afirmar esta hipótesis quizá no era necesario haber realizado un amplio estudio, pero sirve de apoyo a la hora de aseverar que los votantes de derecha y los que poseen un nivel de estudios más bajo son las personas más intolerantes, incluso llegan a ser racistas (7%). Mientras que otro 25% de la población de la CAPV se caracteriza por ser xenófoba, aunque de dos maneras diferentes: como "intolerantes tibios" y como "políticamente correctos", también tildados de "hipócritas".

El reciente estudio Actitudes frente a la población extranjera no deja a nadie indiferente. Dime a quién votas y te diré quien eres, podría titularse. Además, señala que otro alarmante porcentaje (20%) se caracteriza por una actitud "asimilacionista", que practica un "pragmatismo reticente". En este caso, no rechazan a los inmigrantes, pero les culpan de todos los males de la sociedad. Por suerte, el 50% de los vascos se muestran tolerantes sin recelos.

Aierdi se apresura a explicar que aunque parece un margen escaso de tolerancia, esta cifra es "bastante alta" teniendo en cuenta que la llegada de extranjeros se ha producido en muy poco tiempo.

sustituibles La actitud intolerante de uno de cada tres vascos (entre racismo y xenofobia) se explica fundamentalmente por la sensación de reemplazo que genera la inmigración en los autóctonos menos cualificados del mercado laboral. "Creen que son sustituibles, por lo que engendran sentimientos de incertidumbre, intranquilidad e inseguridad a la hora de encarar su futuro. Por eso rechazan la inmigración, porque creen que les puede perjudicar", explica Aierdi.

Entre ellos se encuentran, fundamentalmente, votantes del PP, PSE y PNV, partidos que van desde la derecha más recalcitrante hasta la socialdemocracia. El nacionalismo es un factor determinante para ser racista, en el caso del nacionalismo español. Mientras que entre el nacionalismo vasco, en los votantes de izquierdas predomina la tolerancia y en los de centro-derecha, la intolerancia tibia y el asimilacionismo.

"No obstante, el ser humano es contradictorio", recuerda el director del Observatorio, "tal y como una persona dice que los inmigrantes son lo peor de la sociedad, a renglón siguiente te asegura que la colombiana que le limpia la casa es un encanto". Además, las relaciones personales van endulzando las percepciones malsanas: el vínculo con un compañero de trabajo, una cuidadora o un comerciante ayudan a tumbar los prejuicios de los autóctonos.

Aierdi matiza que la hipocresía de los políticamente correctos es todavía "más peligrosa" que la intolerancia de los "tibios". "A pesar de exculpar al inmigrante, se muestran claramente intolerantes frente a los diferentes colectivos de inmigrantes", señala el estudio. Se trata de "un centro izquierda más tradicional cercano a postulados del nacionalismo español".

El estudio Actitudes frente a la población extranjera , realizado por tres profesores de la Universidad de Deusto para el Observatorio Vasco de la Inmigración, es el análisis cualitativo de la encuesta de 2004 realizada a 1.787 personas. Los entrevistados, además de responder a preguntas sobre inmigración, accedieron a ofrecer información personal (estudios, sentimiento nacionalista, intención de voto, etc.).

 

a sus ochenta y pico años, Teresa se mantiene en buena forma, pero no tanto como para subir y bajar todos los días los seis pisos que conducen a su buhardilla en el Casco Viejo de Bilbao. Así que, cuando cumplió los 70, se mudó y puso el cartel de "Se alquila". Antes, lo arrendaba a estudiantes y parejas jóvenes. Ahora, a parejas jóvenes e inmigrantes que "se cuelan".

No le gustan "mucho", pero alguno se ha atrevido a "mentirle" para conseguir la buhardilla. "Me llamó una mujer de la zona de Mungia para decirme que venía a Bilbao a vivir con su novio, pero qué va. Resultó que metió a dos paquistaníes". La supuesta novia, al parecer, era un enlace o la trabajadora de una inmobiliaria que, harta de recibir negativas de caseros recelosos, contó una mentirijilla piadosa.

Teresa acabó echando a los paquistaníes después de recibir una queja de la vecina de abajo. El calentador de la buhardilla se estropeó y provocó inundaciones en la cocina del quinto, pero el inquilino asiático no pudo cortar el agua porque no entendía ni palabra de castellano. "No puede ser, yo no puedo estar todos los días yendo y viniendo", justificó Teresa.

La anciana cobra un alquiler bastante elevado, teniendo en cuenta el estado de la vivienda y las estrecheces de las habitaciones. Aún así, elige inquilino como si la casa fuera un palacio. Y "los inmigrantes no me gustan", dice ella.

Pero a Teresa tampoco le agrada generalizar. Ahora ha alquilado la vivienda a un chico "la mar de limpio y tranquilo". Es médico. Y cubano. Su estatus laboral le permite hacer frente en soledad a los 600 euros que debe pagar por la pequeña buhardilla.

La anciana no se considera racista, y posiblemente tampoco clasista. Pero en esta vida, como en todo, hay rangos y rangos. Enfrente de su buhardilla hay otra. El precio de alquiler es prácticamente el mismo, pero la vivienda está recién reformada. Ahora la habitan una pareja de jóvenes vascos. Ellos, posiblemente, jamás hubieran aceptado las condiciones económicas de Teresa. Otra vez, los rangos

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