26 de diciembre de 2024

Un mercado laboral en la vía de la madurez

Un mercado laboral en la vía de la madurez

Con más de 20 millones de trabajadores, España ha hecho los deberes a la hora de crear empleo. Ahora el reto es mejorar su calidad

Conocen a mucha gente que vaya a jubilarse después de haber trabajado toda su vida en el mismo empleo? Los jóvenes españoles saben que hoy, a diferencia de sus padres, pueden hacer una carrera laboral pasando por media docena de empleos, porque el mercado de trabajo no tiene nada que ver con el de hace 20 años. Hoy está fraccionado por una flexibilidad que en las últimas décadas ha pretendido acercarse a la plena ocupación.

En España, sólo 6,5 millones de trabajadores (la mitad de los que tienen empleo fijo) acumulan ahora una antigüedad de más de seis años. Y, de entre todos ellos, poco más de un millón lleva más de 30 años en el mismo puesto. El resto de los asalariados lo conforman otros 6,5 millones de indefinidos con una antigüedad menor a los seis años, y otros cinco millones de trabajadores con contratación temporal. Además, hay tres millones de autónomos, y dos millones de desempleados, que por regla general rotan entre la ocupación y el paro remunerado (seguros y subsidios).

Estos datos reflejan un mercado de trabajo con elevado dinamismo, con rotación profesional, rasgo inequívoco de un mercado laboral maduro, especialmente en la actividad de servicios. Pero no se puede decir que se haya alcanzado la plena madurez. Ni mucho menos.

Para empezar, además del dinamismo entre empleos y la duración cada vez más limitada de las estancias en el desempleo, un mercado consolidado precisa de pleno empleo, algo que España no logrará hasta que recorte su tasa de paro por debajo del 4% desde el entorno del 8% en el que está en la actualidad.

Pero queda camino para traspasar ese umbral. Desde hace más de una década existe un colectivo, anclado aproximadamente en dos millones de personas, que está desempleado. Además, este grupo tiene ahora la tasa de protección más elevada que nunca: el 80% de los parados recibe algún tipo de prestación financiera, según los últimos datos del Ministerio de Trabajo.

Este elevado porcentaje se produce porque las condiciones de acceso a las ayudas por desempleo no son exigentes y, al mismo tiempo, la alta tasa de temporalidad -que desde hace más de una década afecta a uno de cada tres asalariados-, facilita que un tercio de los trabajadores entre y salga constantemente de las listas del paro y cobre intermitentemente las prestaciones.

Tres fenómenos

Dicho esto, en los últimos diez años han ocurrido algunas cosas que ayudan a entender cómo es hoy el mercado laboral. Fundamentalmente se han producido tres fenómenos que han cambiado la fisonomía laboral: la fuerte incorporación de las mujeres al mercado en los últimos 20 años; la llegada de más de cuatro millones de inmigrantes en poco más de siete años; y la vertiginosa efervescencia del sector servicios y de la construcción residencial, que han absorbido los excedentes de la actividad manufacturera y agrícola. De hecho, cuando España saneaba in extremis su economía para entrar en el euro, en 1998, la industria española tenía 1,3 millones de trabajadores más que la construcción. A fecha de hoy, el empleo industrial sólo cuenta con medio millón de ocupados más que el sector constructor. El agrícola, por su parte, está estancado en torno al millón de personas desde la crisis de 1993.

Algo más de la mitad del empleo generado en estos 10 años lo han ocupado las mujeres, que han aumentado en 3,4 millones, mientras que el empleo masculino se incrementó en 2,9 millones. Además, el último censo indica que en España viven ya 4,1 millones de extranjeros, cuando a finales de los noventa apenas superaban el medio millón de residentes, y todos han sido absorbidos por el mercado sin más efecto que un abaratamiento del factor trabajo.

Sin embargo, los efectos de esta inyección en el mercado de mujeres e inmigrantes, junto a los jóvenes que se han ido sumando, no han sido siempre positivos. En su mayoría estos trabajadores han recalado en los sectores de la economía menos productivos y, por lo tanto con salarios más bajos, creando un abultado colectivo de trabajadores mileuristas (1.000 euros de salario al mes o menos). Un dato de la Agencia Tributaria ilustra este fenómeno: en 2005 el millón de inmigrantes que se incorporaron al mercado procedentes del último proceso extraordinario de regularización cobraban menos de dos veces el salario mínimo, o lo que es lo mismo, menos de 14.364 euros al año. Al tiempo, ese mismo año se redujo en 145.000 el número de asalariados que cobraba más de 29.000 euros al año.

Por tanto, la fuerte creación de empleo en los sectores menos productivos también ha derivado en una reducción de la participación de los salarios en la renta nacional, que ha pasado del 49,5% en 2000 al 46,6% el pasado año. Y, por consiguiente, la productividad ha sido la gran damnificada de la explosión del empleo, pese a que comienzan a apreciarse síntomas de recuperación.

Esto también pone de manifiesto que muchos empresarios españoles siguen basándose en los bajos salarios como factor determinante de la competitividad. Pero con la ampliación de la Unión Europea a los países del Este, este factor diferencial ha empezado a diluirse. Eurostat asegura que con el salario de un operario de la industria en España se contratan a cuatro trabajadores de la misma categoría en Polonia.

Todo esto dibuja un mercado laboral en clara transformación, en el que la cualificación continua y la mejora de los estándares educativos jugarán un papel determinante para mantener las posiciones competitivas en la sociedad y la economía de la información, que acaba de arrancar. El modelo productivo del futuro precisa más intensidad en la industria y más especialización en los servicios, sobre todo buscando los de auténtico valor añadido.

Poca formación y escasa movilidad

Al igual que las carreteras, el mercado laboral español tiene puntos negros. El primero es la falta de cultura formativa permanente de los trabajadores, no tanto de formación educacional -el 44% de los activos son universitarios o titulados técnicos profesionales-, sino del reciclaje profesional a lo largo de la vida laboral. Tras varios ensayos, no termina de cuajar un modelo de formación de los trabajadores eficaz para las empresas, que año tras año ni siquiera se gastan el dinero presupuestado para ello.

En segundo lugar, hay que añadir la descapitalización de conocimiento que suponen las prejubilaciones y abandonos tempranos del mercado laboral. Reflejo de ello es que la edad media real de la jubilación en España apenas llega a los 63 años.

En tercer lugar, existen pronunciadas desigualdades entre hombres y mujeres: los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística indican que la brecha salarial es del 15% en favor de los salarios masculinos.

Y por último, los empresarios se quejan de la escasa movilidad geográfica, pero sobre todo funcional, que frena la polivalencia de los trabajadores dentro de la empresa. Pese a ello, el volumen de empleo a tiempo parcial, que es uno de los instrumentos de flexibilidad en Europa, es escaso: 14% frente a países como Holanda, donde el 75% de las mujeres trabaja a media jornada.

Algunas curiosidades

Jornada laboral. La oficina europea de estadística (Eurostat) indica que los españoles trabajan una media de 41 horas a la semana, una hora más que la media de la zona euro. Y el 10% dice que trabaja más de 48 horas semanales

Vacaciones. Los españoles tienen 36 días de vacaciones al año, dos más que la media europea. Los estadounidenses disfrutan de 25 días y los chinos, de 23.

Funcionarios. España tiene 2,5 millones de empleados públicos: un funcionario por cada 18 habitantes.

Huelgas. Los paros y protestas laborales hicieron que España perdiera 248,8 horas de trabajo por cada 1.000 trabajadores, situándose a la cabeza de toda la UE, según Eurostat.

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