25 de noviembre de 2024
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En España, el sector funerario da empleo a 18.000 personas y cobra de media 2.500 € por muerte

En España, el sector funerario da empleo a 18.000 personas y cobra de media 2.500 € por muerte

Quot; irse al otro barrio', 'el último adios', 'pasar a mejor vida', 'criar malvas'…, frases hechas que, con mayor o menor fortuna, usamos para referirnos a una de las escasas verdades incuestionables del ser humano: la muerte. Una imposición biológica que nos cuesta a cada español unos 2.500 euros de media.

Esa es la factura, la última, que hay que pagar por 'descansar en paz y para siempre' en uno de los más de 17.000 cementerios que hay en España -9.146 municipales, 7.919 propiedad de la Iglesia y 32 privados- y que en la gran celebración de la muerte que es el Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, recibirán un año más la visita de millones de personas.

Una cuenta que hay que liquidar también si queremos que nuestras cenizas, depositadas en una urna que puede ser hasta biodegradable, se queden en el cementerio -en uno de los 'jardines del recuerdo' que han comenzado a proliferar-, en el salón familiar o sean esparcidas en el mar o en cualquier bucólico paraje.

A los 2.500 euros que cuesta de media un entierro digno, sin lujos, existe la opción de sumar -sólo para bolsillos pudientes- los 6.000 que puede valer uno de esos ataudes de madera noble, forro de raso blanco y media puerta abatible, para mostrar mejor al finado, que tanto gustan en otros países.

La factura será superior a los 3.000 euros si morimos en Alicante o Palma, y mucho más barata, no más de 1.000, si nos entierran o incineran en Badajoz.

'Los españoles enterramos a nuestros difuntos con sobriedad, sin excentricidades', dijo a EFE Jesús Pozo, portavoz de Funespaña, primer grupo español de servicios funerarios -45.000 en 2006- y uno de los más importantes de Europa. Aunque ya hay quien pide música en vivo -un solista o un grupo de cámara, normalmente- en su adiós definitivo.

SEGURO DE DECESO

El año pasado, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), murieron en España 371.267 personas -194.029 varones y 177.238 mujeres-, de las cuales aproximadamente un 70% fueron previsoras y habían contratado en vida un seguro de deceso, según Funespaña.

Solo Mapfre, una de las grandes aseguradoras, vendió entre enero y septiembre de 2007 cerca de 30.000 nuevas pólizas de deceso, con una prima media de 177 euros anuales, cobertura para tres personas y que da derecho a servicio funerario -ataud, oficio religioso, coronas, esquelas, coche de acompañamiento,…-, nicho -más barato que una sepultura- lápida, tanatorio, burocracia y, en caso de necesidad, ayuda psicológica para los familiares.

Un dato significativo: el 25 por ciento de las nuevas pólizas de Mapfre fueron suscritas por residentes extranjeros, sobre todo jubilados anglosajones y centroeuropeos que han decidido pasar sus últimos años de vida bajo el sol de España.

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) juzga 'excesivamente caras' estas primas y aconseja, por ser más rentable, rascarse el bolsillo y pagar los gastos del entierro con los ahorros familiares, o suscribir un seguro de vida.

Según ICEA (Investigación Cooperativa entre Entidades Aseguradoras y Fondos de Pensiones), el volumen de las primas por deceso en 2006 ascendió a 1.451 millones de euros.

Aunque todavía son 22 millones los españoles cubiertos con una póliza de deceso, la Patronal Nacional de Servicios Funerarios, PANASEF, considera que es una práctica 'que poco a poco se va perdiendo en las nuevas generaciones'.

IMAGINATIVO Y ECOLOGICO

El sector funerario -de los pocos negocios con futuro asegurado -facturó en 2006 unos 2.500 millones de euros, según PANASEF, y dio empleo directo a 12.000 personas e indirecto a otras 6.000.

Si algo caracteriza hoy a las empresas españolas de 'pompas fúnebres' es su imaginación y creciente preocupación por el medio ambiente.

Prueba de ello es el ataud con forma de barco o los biodegradables fabricados artesanalmente, con certificado de garantía sobre el origen de la madera, sin barnices contaminantes ni herrajes, presentados en la última edición de Funermostra, la gran feria de las funerarias, celebrada en mayo pasado en Valencia.

Allí pudo verse una urna fabricada con sal que se deshace en pocos minutos tras ser arrojada al agua, evitandose así que flote o que las cenizas, por un golpe de viento inesperado, acaben en el rostro de quien las arroja, y otra biodegradable, de tierra compactada, con una semilla de árbol incorporada.

Una empresa andaluza ofrece la posibilidad de convertir el cabello del difunto, sometido a altas presiones y temperaturas, en un diamante que, dependiendo del color y los quilates, puede valer entre 1.200 y 7.000 euros. Otra propone repartir las cenizas en tantos relicarios como den de sí y la familia quiera.

MAS INCINERACIONES

En los últimos años han aumentado considerablemente las incineraciones y los funerales civiles -éstos últimos entre un 15 y un 20%, según Funespaña-, y los tanatorios -unos 700 y otros 100 en construcción- han sustituido a las casas como lugares para velar a los difuntos.

Existen incluso tanatorios móviles, autocaravanas con sala velatorio incorporada y que desde hace pocos años recorren algunas zonas rurales del norte de España. La previsión, informó Funespaña, es que las poblaciones con más de 50.000 habitantes estén obligadas a tener tanatorio y horno crematorio.

Si en 1973 -la Iglesia católica había levantado su veto nueve años antes- tan sólo 44 españoles pidieron ser incinerados, en 1983 fueron 500. Una década después casi 5.000. Hoy las cremaciones suponen el 21%, según PANASEF, y la previsión es que en 2010 superen el 30%.

En Sevilla, Málaga, Alicante y Palma, o en la localidad madrileña de Alcalá de Henares, el porcentaje supera el 50. En Madrid es del 27%. El total de hornos crematorios ronda los 170.

Porcentajes muy por debajo de países como los anglosajones, donde la cremación está muy arraigada en su cultura, superándose el 80%, o como Suecia y Noruega, donde se alcanza el 90%.

El intrusismo y la 'falta de profesionalidad' son, en opinión de la patronal de las funerarias, los principales problemas de un sector que reclama a la Administración un Código Deontológico del Profesional Funerario.

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