Cada vez más atrás quedan los jefes verticalistas y sin sensibilidad. Hoy se busca que quien lidere una compañía sea flexible y que posibilite el crecimiento de su gente. En la actualidad, un ejecutivo tampoco puede ejercer un liderazgo exitosos si no es un buen comunicador y orador.
Los tradicionales jefes verticalistas, déspotas, groseros y sin sensibilidad están dando lugar a líderes flexibles, más interesados por su entorno, educados, atentos con quienes lo rodean y que empujan y posibilitan el crecimiento de su gente. Así lo asegura Mario de León, director de Dale Carnegie Training, consultora que entrena y capacita a ejecutivos, empresarios y profesionales.
”El verdadero líder delega, genera equipos de líderes porque no es omnipotente, sabe que tiene éxito en función de su capacidad de formar equipos de alta performance que están integrados por líderes, que son los que lo van a suceder y mantener en su memoria”, afirma de León.
El que llegó a ser un líder, según de León, es porque desde sus inicios en el terreno académico o laboral siempre estuvo interesado en crecer. Claro que a un líder que nace desde abajo no le puede faltar sobre todo olfato, visión y sensibilidad para saber qué terreno está pisando y hacia dónde se dirige.
La situación cambia cuando el liderazgo es obtenido por herencia familiar, ya que a esos ejecutivos les resulta más complejo porque tienen que desarrollar muchas habilidades que le pudieron haber sido ajenas.
De León está convencido que la mayor vulnerabilidad y la peor enemiga que un líder puede tener es la vanidad. En cambio, postula que quienes ocupen posiciones de liderazgo tiene que ser gente que tenga “mucha autoconfianza y seguridad en sí misma, porque no puede generar en los demás lo que ellos no tienen”.Basado en su vasta experiencia, el especialista en capacitar y entrenar ejecutivos relata manifiesta que los líderes siempre luchan por tener más y que cuanto más lejos son más solos están”. Y agrega: “Un buen líder conquista la voluntad de los demás, no les impone su voluntad sino que los seduce. Y para conquistarlos utiliza las buenas relaciones humanas, interesándose y acercándose a cada uno de los integrantes de su equipo.
Sin dudarlo, de León apunta que “un líder tiene que recordar los nombres de las personas. No alcanza con que conozca a su asistente o colaboradores, tiene que saber cómo les va en sus vidas privadas, cómo están sus familias”.
Y la razón por la que tiene que interesarse por sus colaboradores es sencilla: son ellos, en definitiva, los que lo llevan a alcanzar los objetivos previstos. Además, cuánto más el líder empuja a su gente, más la gente lo empuja hacia arriba.
En las empresas, los líderes saben muy bien que ellas no crecen si su gente no crece, señala de León, para quien la inversión que las compañías hacen en su desarrollo es menor que el retorno que de ella tienen.
Para el director de Dale Carnegie, los ejecutivos que son reacios a formar líderes es porque “tienen temor a su propia sombra”.Si bien el líder toma decisiones a cada instante, no es infalible. En este sentido, de León cree que lo que tiene que favorecerlo es la “ley de promedio”, es decir, que en sus decisiones tiene que existir un porcentaje muy generoso a favor. Y aunque se le toleran errores, éstos tienen que ser mínimos.
“El líder que no delega no puede llegar a satisfacer todas las necesidades. No puede estar en todo, debe tener muy buenos equipos de trabajo, los que a su vez tienen que estar formados por líderes, que son los que en el futuro lo van a suceder. Así, en las compañías que cuentan con este tipo de liderazgo, la estrategia se arma en forma conjunta”, asegura.
El poder de la oratoria
“El que no tiene claro la importancia de la comunicación, no es líder. Es jefe pero no es líder”, afirma.
De León está convencido que cualquier ejecutivo que quiere trascender tiene que ser un buen comunicador. Cuando el líder se comunica verbalmente frente a un grupo de personas, su dimensión es superior y también su influencia, porque no sólo le habla al “auditorio” sino que además los allí presentes observan la capacidad de comunicación que tiene.
“En el mundo de hoy, no se puede ejercer el liderazgo sin ser un buen orador. Si no lo es, esto trasciende en la organización. Y en la competencia actual, los líderes saben perfectamente que siempre se puede subir un escalón más, por lo que continuamente están preparándose”, sostiene.
Así, la oratoria es una de las herramientas más efectivas con las que cuenta un líder. De León comenta que “muchas veces los presidentes de las empresas vienen a preparar la charla que tienen que dar en sus casas matrices. Son muy buenos oradores, y por esta razón no quieren dejar nada librado al azar. Y saben que siempre hay cosas para mejorar”.
Para que el líder sea un buen orador, una clave fundamental es que se interese “sinceramente” en su auditorio. Si se interesa, va a presentar un tema que el auditorio quiere escuchar y el va a estar entusiasmado en la comunicación. Y, a mayor cantidad de conocimientos, ese líder puede transferir mejor sus ideas a los distintos auditorios.
Para administrar una pregunta incómoda, el líder tiene que tomarla y despersonalizarla, es decir, hacerla de todo el auditorio. A su vez, si el orador tiene en claro cuál es su objetivo, las preguntas difíciles que le formulen lo podrán desviar pero él va a tener la capacidad de volver a su lugar otra vez.
De los cursos de entrenamiento y capacitación de Dale Carnegie, los líderes son los mejores participantes porque tienen más conciencia y vocación por aprender, predican con el ejemplo y son los que más saben valorar lo que están aprendiendo.
Cualquier orador tiene tres discursos: el que tiene pensado, el que dio y el que hubiese dado. “Si no tiene estos tres pasos no es un buen orador”, vaticina de León. Al que preparó lo supera en el momento de darlo y lo prepara mejor para la próxima.
Al momento de realizar su exposición los lideres tienen que tener cuidado sus presentaciones visuales. “Pueden ser el enemigo numero uno para los líderes, porque si se auxilian detrás de los visuales no sirve, ellos tienen que ser la estrella. Ayudan a comprender, pero el líder tiene que poder decirlo mejor y estar atentos porque el visual es un competidor desleal, atrae, tiene color”, advierte.
De cara al futuro, el director de Dale Carnegie señala que la Argentina tiene una muy buena capacidad de líderes, que no están en la actualidad en el escenario, pero a los que se va a tener que recurrir en poco tiempo. “Cuando se habla de vacío es porque aún no se pudo reconocer al nuevo líder en formación. No hay un vacío de líderes sino que es un tema de oportunidades”, concluye.
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