La coexistencia de un alto grado de flexibilidad -con unos costes de despido reducidos- y un alto grado de protección social -con percepciones por desempleo altas, aunque con condiciones- es la combinación que ha resultado más exitosa para el mercado laboral en distintos países europeos.
Así se desprende del estudio elaborado por el Servicio de Estudios del Banco de España "La 'flexiguridad' como modelo para los mercados de trabajo europeos", publicado en su último boletín, donde se analizan las características de los modelos nórdico, anglosajón, continental y mediterráneo.
A su vez, y dentro de cada mercado, el estudio tiene en cuenta la legislación de protección al empleo, las prestaciones por desempleo, las políticas activas de mercado de trabajo, la formación continua, la regulación de los mercados de productos, la imposición sobre el factor trabajo, el nivel de sindicación y el grado de coordinación de la negociación colectiva.
Del informe se desprende que el modelo nórdico, y en particular Dinamarca, es el que mejor cumple con el concepto de "flexiguridad", neologismo bajo el cual el Consejo Europeo ha de adoptar antes de final de año un conjunto de principios comunes que deben inspirar las nuevas directrices de empleo para 2008.
Por el contrario, en el modelo mediterráneo, donde se incluye España, los mercados de trabajo y de productos presentan los mayores niveles de regulación, y la protección al desempleo y el gasto en políticas activas y en formación continua son los más bajos de Europa.
Estos países también son los que registran las menores tasas de empleo, con una alta incidencia del paro de larga duración y una mayor exclusión laboral de los colectivos más desfavorecidos, según el estudio.
Por esta razón, añade, el sistema danés ha suscitado una atención creciente porque sirve de "contraejemplo" a las supuestas dificultades para reconciliar los incentivos al empleo con la protección que demandan los trabajadores.
No obstante, el informe precisa que la experiencia danesa requiere una interpretación correcta, puesto que el modelo vigente hasta mediados de los años 90, basado en contratación y despido flexibles y generosas prestaciones por desempleo, era costoso y no logró impedir que la tasa de paro fuera elevada.
En este sentido, subraya que la situación del mercado laboral mejoró sustancialmente "cuando se desplazó el énfasis desde las políticas pasivas de rentas hacia políticas activas de empleo", cuyo objetivo es equipar a los trabajadores con diferentes puestos de trabajo para facilitar el cambio a distintos puestos durante su vida laboral.
Si la legislación de protección de empleo es reducida, las empresas son menos reacias a hacer nuevos contratos y, aunque aumenta el riesgo por desempleo, los periodos de duración del mismo tienden a ser más breves gracias a la formación que se ha dado a los trabajadores, lo que, además, hace que sean cada vez más productivos.
El informe concluye que aunque la "flexiguridad" haya sido el mejor de los modelos para Dinamarca, no quiere decir que sus características puedan aplicarse a otros países, ya que el esquema danés no es resultado de una estrategia política deliberada, sino fruto de sucesivos compromisos entre los agentes sociales.
Además, este modelo supone un coste elevado para las administraciones públicas, que supondría una carga impositiva sobre el trabajo.
Este coste, que sería soportable en caso de que se produjesen perturbaciones en sectores determinados porque los desempleados podrían recolocarse en otros, no sería asumible en el caso de que afectaran al conjunto de la economía porque se produciría un aumento sustancial del gasto.
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