Mujer, de entre 40 y 60 años, casada y que cuida de su padre o de su madre las veinticuatro horas de los 365 días del año: ése es el perfil de los cuidadores de dependientes, algunos de los cuales han empezado a recibir por ello un 'sueldo' que acogen con satisfacción pero que consideran 'pequeño'.
A través de la Ley de Dependencia, las miles de personas que han dedicado y dedican su vida por completo al cuidado de algún familiar, aunque no lleguen al salario mínimo, pueden ver reconocida esta tarea casi como si fuera un trabajo, ya que además de una ayuda mensual de hasta 487 euros también empezarán a cotizar a la Seguridad Social.
Según el estudio que ha realizado la sevillana Fundación Gerón junto a la Facultad de Psicología de la capital hispalense, estos cuidadores no sólo asumen la responsabilidad de atender a una persona, sino que también ven reducidas sus relaciones sociales y su tiempo, tanto el de ocio como el que dedican a las tareas cotidianas.
Es el caso de Enriqueta Piño, de 38 años, que tuvo que empezar a cuidar a su madre cuando, apenas unos meses después de su boda, ésta sufrió un derrame cerebral que la dejó hemipléjica del lado derecho y le hizo perder parte de sus capacidades mentales y también físicas, ya que desde entonces no ha vuelto a hablar.
'Sólo mira y llora', explica a Efe esta sevillana residente en La Algámita, que es una de las cuidadoras que recibirá la ayuda estipulada para estos 'cuidadores informales', de la que ya se benefician cincuenta personas en Andalucía.
Cree que la cuantía no es muy alta pero admite que ahora estará 'mejor que estaba' y que al fin y al cabo seguirá haciendo lo mismo que ha hecho hasta ahora, y por lo que nadie le había dado nada antes.
Lo confirma Antonia Saavedra, también sevillana, que cuida a su hija de 21 años, enferma desde que nació con un transtorno psicomotor que la mantiene postrada en la cama y a la que hay que ayudar en todo, ya que tiene la mentalidad de una niña de 3 años.
Su rutina diaria sólo le permite dedicar a sí misma la hora y media en la que acude al culto de la Iglesia evangélica, 'lo que me da fuerzas', dice, para enfrentarse a otras veinticuatro horas en las que tiene que vestir, dar de comer, bañar a su hija e incluso dormir con ella, ya que sólo consigue conciliar el sueño con tranquilizantes.
Su marido, que padece esquizofrenia, la ayuda en el cuidado de la joven, pero Antonia lamenta que se pasa los días 'enclaustrada', ya que no puede salir con ella de casa porque su vivienda no está adaptada, algo que ya ha solicitado a la Junta de Andalucía.
Ella empezó a recibir los 487 euros la semana pasada, y dice que 'esta ayudita' no le permitirá buscarse un trabajo ni siquiera a media jornada, pero sí podrá contratar a alguien que cuide durante algunas horas de su hija.
No es así como piensa invertir la asignación Francisca Quesada, de 42 años y residente en Begíjar (Jaén), que insiste en que quiere seguir cuidando ella misma de su hijo, de 16 años y con parálisis cerebral, a pesar del 'estrés' que sufre por tener que encargarse de él y de las tareas de la casa.
Tiene otra hija de tres años y nadie puede ayudarla en su tarea, ya que su marido es empresario y trabaja todo el día, mientras que ella trabaja en el campo ocasionalmente, según cuenta a EFE.
'Muchas veces no doy abasto, pero entonces dejo lo que tenga que hacer y pienso que ya lo haré cuando tenga tiempo', afirma.
Francisca sí cree que la aportación económica es 'un desahogo' y suficiente para darle 'calidad de vida' a su hijo, si bien reclama más centros de día que, por ejemplo, le den la oportunidad a ella y a su familia de hacer una escapada un fin de semana.
Adaptar la vivienda, comprar unas horas de tiempo o descargar un poco de trabajo: son muchas las formas en las que estos cuidadores gastarán su nuevo 'sueldo', aunque todos aseguran que, con ayuda o sin ella, se seguirán encargando de este trabajo que les ocupa 365 días al año.
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