Falta de medios y trabajadores insatisfechos. Ese es el panorama que denuncian sindicatos y trabajadores de varios geriátricos de Gipuzkoa. Varias cartas a este periódico alertaron de la 'triste' situación en las residencias de mayores. En la mayoría de los centros consultados acusan 'falta de personal' y denuncian que el trabajo 'está muy poco valorado y mal remunerado'. Las empresas que gestionan las residencias responden que 'existen dificultades para contratar a profesionales del sector', por lo que no pueden hacer frente a los problemas.
Según denuncia ELA, el caso más reciente es el del centro Txara II, propiedad de la Diputación y gestionada por la empresa Biharko Gipuzkoa. Marta González, delegada del citado sindicato, asegura que 'la falta de personal es terrible. Trabajan cerca de 70 auxiliares y cada una atiende a unos siete residentes, de los cuales el 90 por ciento son grandes dependientes. Es preciso tener en cuenta que no van a ir a mejor, es decir, si ahora un anciano necesita atención puntual, puede que dentro de un tiempo esté en silla de ruedas, o necesite pañales… Cada vez requieren más atención'.
A pesar de que en las últimas décadas se ha producido un aumento considerable en el número de residencias y en su capacidad de oferta de plazas, tanto desde la vertiente pública como desde la iniciativa privada, aún existe un desajuste respecto a las necesidades para dar cobertura a una creciente demanda social. Actualmente, 127.000 guipuzcoanos tienen más de 65 años, de los cuales cerca de 5.000 viven en alguna de las 97 residencias del territorio. De ellos, el 15 por ciento es dependiente. Hace escasos años, la mayor parte de los residentes eran ancianos que podían valerse por sí mismos.
Hoy en día, casi todas la plazas están ocupadas por personas dependientes, que necesitan ayuda para realizar las actividades cotidianas más básicas. Tienen grandes problemas de movilidad, necesitan la ayuda casi permanente de otra persona y presentan, en muchos casos, signos de demencia y alteraciones del comportamiento. Esta tendencia hace que el desarrollo y la ampliación de la asistencia residencial se sitúen en el centro del debate.
Según comenta González, los ratios establecidos 'no se corresponden en absoluto con la realidad'. Los meses de septiembre y diciembre fueron críticos, pues 'los ancianos quedaron desatendidos' ante la escasez de enfermeras y auxiliares. La situación se agrava, a su juicio, con la enorme rotación de personal. 'Cada día entra a trabajar gente nueva, incluso de prácticas'. La empresa gestora de Txara II achaca esta circunstancia a la 'dificultad' para contratar a profesionales del sector, porque 'no hay gente dispuesta a trabajar en una residencia'.
González reconoce que el trabajo es 'duro', tanto a nivel físico como psicológico, pero destaca que 'lo hacemos porque nos gusta. Ahora bien, si no se nos reconoce es normal el ambiente de crispación en el sector'.
Un entorno que hace que el cuidado 'integral' de los ancianos se resienta. 'Nos da tiempo justo a cubrir las necesidades básicas; lo ideal sería poder hablar con ellos, entretenerlos… atender la parte emocional, pero no llegamos a todo', denuncia una auxiliar de enfermería de la residencia Zorroaga de San Sebastián. Es en el turno de mañana es donde se concentra la mayor carga de trabajo, ya que 'de 8.00 a 9.00 horas hay que levantarles de la cama, asearles, ducharles y acompañarles al comedor. Y no únicamente a un anciano, sino a ocho por cada enfermera. Y después vienen los del segundo turno, los que están en cama, que supone encargarse de otros tres más'.
Los 'bajos salarios' tampoco ayudan a mejorar el entorno de descontento general. A juicio de la auxiliar, 'nos pagan poquísimo. Los sueldos máximos rondan los 900 o 1.000 euros al mes y trabajando tres fines de semana. Las sustitutas trabajan hasta catorce días seguidos. Además, nuestra labor no está nada valorada, poco reconocida socialmente. Estamos muy quemadas', se queja. Las residencias tienden a ofrecer servicios de atención integral a sus residentes, por encima de aspectos reducidos a un mantenimiento de los cuidados básicos, alojamiento y hostelería, pero los trabajadores se ven 'desbordados'.
Lurdes Pulido, auxiliar y delegada del centro gerontológico de Berio, lleva quince años en la profesión. 'Actualmente estamos bajo mínimos y al cabo del día acabas reventada. Tenemos que trabajar muy deprisa y los ancianos se dan cuenta de todo. Cada vez más personas están dejando su trabajo porque ya no lo soportan. Esto supone quedarte colgada y tener que buscar sustitutas, que tampoco las hay. Contamos con una bolsa de trabajo que está fallando'.
La comida, en media hora
A juicio de Pulido, 'la atención directa al anciano es muy importante y con estos ritmos de trabajo que nos impone la dirección, a veces se quedan sin cortar uñas o secar las cabezas… porque a las diez de la mañana tienen que estar todos en el comedor, algo imposible. A la hora de las comidas estamos dos personas para dar la comida a la boca a 20 residentes en treinta minutos. A mí me da mucha pena pero veo que no queda más remedio que cumplir con las horas que nos exigen'.
Pulido reconoce que 'es normal que los familiares estén molestos', y en su opinión, la solución pasa por que 'la Diputación modifique las condiciones actuales, porque de nada sirve que invierta en política social si luego no se corresponden los ratios.
Además, la gestora nos ha bajado las horas de servicio de atención directa en auxiliares, pero como alegan que cumplen con los mínimos legales… No hay nada que hacer y la Diputación ha hecho oídos sordos'.
La institución foral tiene previsto un plan que contempla inversiones de 65 millones de euros hasta 2011 para mejorar las condiciones en las residencias. El plan prevé que se alcance una tasa de cobertura del 4,3 por ciento, cuando en la actualidad es del 3,7 por ciento. Los responsables forales esperan que esas inversiones remedien una situación que en los últimos años ha originado varios conflictos. En 2006, por ejemplo, una huelga de ocho meses de los trabajadores del centro Villa Sacramento, gestionado Mapfre Quavitae, provocó deficiencias de limpieza de las instalaciones y precariedad en el cuidado de los usuarios. La situación se estabilizó en el último trimestre de 2007, según apunta el director del centro, Misael Narroz. 'Ahora la plantilla está completa, con 95 trabajadores en activo'. También en 2006, la residencia San Juan Bautista de Andoain sufrió los efectos de la falta de personal, que ocasionó paros de dos horas por parte de las trabajadoras.
Cargando ...
Los comentarios están cerrados.