La CIA cerró 10 de las 12 compañías ficticias que creó en Europa y otras regiones tras los atentados del 2001 contra EE.UU. para que sirvieran de tapadera a una nueva generación de espías, según el diario Los Ángeles Times.
El rotativo californiano señala en un artículo, en el que cita a funcionarios no identificados de la CIA, que la agencia de espionaje estadounidense gastó millones de dólares en crear las citadas compañías.
El diario apunta que la CIA tomó la decisión de desarticular la red tras concluir que estaba mal concebida y no permitía recolectar información de inteligencia sobre sus dos principales objetivos: los grupos terroristas y las redes especializadas en armas de proliferación no convencionales.
La decisión supone, según el diario, un golpe a dos de las principales prioridades de la CIA tras los atentados del 2001 contra Washington y Nueva York: la expansión de su presencia en el extranjero y el cambio en la forma en la que despliega a sus espías.
Las compañías eran la piedra angular de un ambicioso programa para incrementar el número de funcionarios en el extranjero, bajo lo que se conoce como "tapadera no oficial".
Ese estatus implica que los espías pretenderían ser trabajadores de bancos de inversión, consultoras y otras empresas ficticias sin vínculos aparentes con el Gobierno estadounidense.
Pero el plan se convirtió en motivo de controversia dentro de la agencia y estaba plagado de problemas, según los funcionarios consultados por el diario Los Ángeles Times.
Las compañías ficticias estaban situadas lejos de enclaves musulmanes y dado que los viajeros de negocios no suelen entrar en contacto con miembros de la red terrorista Al Qaeda u otros adversarios de alto rango, la tapadera no funcionó.
Las fuentes consultadas por el rotativo indicaron que la experiencia refleja una tensión abierta dentro de la CIA para adaptarse a una nueva atmósfera en el mundo del espionaje.
La agencia ha tratado de reinventarse al diseñar tapaderas que diesen pretextos a los espías para acercarse a los grupos radicales musulmanes, a fabricantes de armamento nuclear y otros objetivos prioritarios para Estados Unidos.
Pero funcionarios de la CIA aseguran que el progreso ha sido tremendamente lento y que los esfuerzos de la agencia no se han traducido en una infiltración significativa en las redes terroristas o de proliferación armamentística.
Los funcionarios dicen que independientemente de cuál sea su tapadera es muy difícil para los espías el infiltrarse en una red terrorista o armamentística.
De ahí que la agencia suela recurrir a informantes que operan próximos a esos mundos marginales y entre los que figuran, por ejemplo, musulmanes moderados preocupados por los mensajes radicales en sus mezquitas o químicos cuyos compañeros tienen contactos sospechosos con grupos terroristas.
La gran mayoría de los espías de la CIA han operado tradicionalmente bajo lo que se conoce como "tapadera oficial", lo que implica que trabajan para embajadas estadounidenses u otras agencias gubernamentales y pretenden ser funcionarios de las mismas.
Esa fórmula funcionó bien durante la Guerra Fría cuando el tener un trabajo en una embajada estadounidense permitía a los espías estadounidense entablar contacto con funcionarios soviéticos y de otros países del órbita comunista.
Pero, el diario apunta que muchos funcionarios en el mundo del espionaje creen que esos destinos ya no son útiles contra una nueva clase de enemigos.
"Los terroristas y los que fabrican armas no están en el circuito diplomático", dijo al periódico californiano un funcionario familiarizado con las operaciones de la CIA.
Las compañías ficticias se crearon entre el año 2002 y el 2004, según los funcionarios consultados por el periódico.
Alrededor de la mitad estaban en Europa, con el fin de que la agencia pudiese seguir mejor a los radicales islámicos que operan en esa región y también por la facilidad para viajar a la zona y las buenas condiciones de vida. Esas consideraciones irritaron a algunos de los veteranos de la CIA, según el diario.
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