Es un terror irracional el que le invade cada vez que una cámara de vídeo, ya sea doméstica o de algún medio de comunicación, se cruza en su camino.
Temblor de voz, sudor de manos, tartamudeo… Por descontado no le veremos en un debate televisivo. Eso sí, este pavor no le resta un ápice de profesionalidad.
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