No es que sea sucio, que no lo es. No es que viva bajo el sindróme de Diógenes, que lo tiene todo ordenado y limpio. No es que las manchas invadan sus ropas. Todo lo contrario.
Su cariñoso apelativo le viene de su afición por dejar, en las visitas comerciales, botellas de bebida en las basuras, para recogerlas a la salida sin miedo a que le sean robadas.
La idea, aunque mala para los escrupulosos, no es ninguna tontería.
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