No es que esté siempre apurado y con prisa, que por la ciudad en la que vive es todo lo contrario. No es que sea dificultoso, peligroso o angustioso, sino todo lo contrario.
Su cariñoso apelativo de «apurao» le viene por su afición a los buenos Habanos que le lleva a disfrutar de ellos después de una buena comida o cena con la suntuosidad y regocijo que se merece.
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