Su madridismo acérrimo y orgulloso le hace sufrir con las derrotas de su laureado equipo. Pero de ahí a dar la tarjeta de visita de su principal competidor catalán, hay un abismo.
La circunstancia, absolutamente fortuita, ha dado mucho que comentar, no por tratarse de su mayor competidor, sino por el hecho de que se pudiera bromear sobre su cambio de «camiseta».
Menos mal que los que le conocemos no tenemos duda alguna de la fidelidad a sus colores del alma.
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