Dos altos directivos, grandes apasionados del fútbol, han encontrado la forma perfecta de cerrar negocios: en el Santiago Bernabéu, con bufanda al cuello y bocata en mano.
Ambos se citan para discutir acuerdos estratégicos, pero el único contrato firmado fue el de otra ronda de cervezas. Entre cánticos y gritos de “¡árbitro, eso es penalti!”, los términos de la negociación se volvieron confusos.
La junta directiva ahora evalúa cambiar la sala de reuniones por un palco VIP.