Cuando este directivo tiene que tomar una decisión personal importante, no consulta informes, ni hace cálculos, ni pide consejo a expertos (ni a sus familiares). No. Él desaparece unas horas y siempre reaparece con una extraña paz en el rostro… como si hubiera recibido una señal divina.
Algunos dicen que medita en su despacho. Otros, que tiene una línea directa con algún gurú secreto. Pero los que realmente le conocen desde hace años, los que han seguido su rastro en sus escapadas, nos han confesado que su destino es otro: la fuente de Neptuno.
Sí, sí, esa fuente. El lugar sagrado para todo colchonero. Allí, bajo la atenta mirada del dios, este director de RRHH susurra preguntas al viento y espera.
¿Será coincidencia que, poco después, siempre tome la decisión correcta? Nadie lo sabe con certeza. Pero lo que está claro es que si un día lo ves por la zona, murmurando con la mirada perdida en las aguas de Neptuno… no lo molestes. Seguramente esté recibiendo su respuesta.