Todos conocemos a ese CEO que tiene la habilidad mágica de zanjar cualquier debate con una frase que, por simple, es imposible de refutar: «Porque lo digo yo y punto». No importa si estás discutiendo sobre estrategias de mercado, el color del logo o si las croquetas de jamón son mejores que las de pollo, el desenlace siempre es el mismo.
Es un superpoder corporativo que usa con maestría. Es como si tuviera un botón invisible que dice «Autoridad suprema ON» y, de pronto, el silencio reina en la sala. Y claro, todos los empleados como si acabara de recitar la fórmula de la Coca-Cola.
Lo más divertido es cómo lo hace: escucha pacientemente, asiente un par de veces (para que parezca que está considerando otras ideas), y cuando parece que podrías tener un buen punto, ¡zas! Llega el golpe de gracia: «Porque lo digo yo y punto».