No es que fuese un hombre de bondad infinita y sus obras le llevaran a la santidad, sino todo lo contrario. Este cariñoso apelativo le viene otorgado por su afición a visitar con diferentes compañías el lujoso hotel madrileño así llamado, constituyéndose en un cliente habitual.
Eso sí, a costa de la tarjeta de crédito de la asociación.
El hotel en cuestión ha perdido uno de sus mejores clientes. Lo que no sabemos es si lo habrá hecho, tan sólo, de una manera temporal.
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