Plagia e imita con la misma normalidad con la que su ego le lleva a querer ser el muerto en el entierro y el perejil de todas las salsas.
Exagera, miente y engaña con cifras que se alejan de sus números y los resultados que dice obtener distan de la triste realidad de los conseguidos.
No hay photocall que se le resista y su vanidad es tan acusada que la soberbia con la que peca a diario, sumada a la cantidad de veces que miente, le cerrarán las puertas del cielo al que desea llegar.
Eso sí, para que su castillo en el aire se venga abajo, tan solo le falta un pelo y es de los de la teoría de que el burro debe ir delante para que no se espante.