Este directivo cada año se transforma en un ferviente participante de las procesiones, cargando una pesada cruz por las calles empedradas de la ciudad. Con su túnica morada y capirote, ha sido parte de la cofradía desde hace décadas, un detalle que ha dejado boquiabiertos a muchos de sus compañeros.
Además, este año marca un hito especial en la vida del director ya que celebra su trigésimo aniversario como nazareno y se ha preparado con especial ilusión para vivir una vez más esta experiencia única.