Un directivo, perteneciente a una empresa madrileña, conocido por su seriedad en la oficina, se vio envuelto en una situación inesperada en su última salida familiar al circo. En lo que pensaba que sería una tarde inocente de risas y algodón de azúcar, el líder se encontró, de repente, en el centro del espectáculo.
Mientras disfrutaba de la función con su familia, los astutos payasos del circo, buscando a su próxima víctima, no dudaron en invitar al escenario al directivo, quien se vio obligado a desplegar sus dotes de baile frente a la audiencia atónita. La sala se llenó de risas contagiosas mientras el directivo intentaba seguir el ritmo, mostrando un lado totalmente inesperado y divertido que nadie en la oficina habría imaginado.
La moraleja de esta historia es clara: incluso los líderes más serios pueden ser sorprendentemente buenos para hacer reír.