Este líder visionario, conocido por su mente innovadora y enfoque disruptivo, tiene una relación peculiar con el tiempo. Y es que, el CEO en cuestión, se ha ganado la reputación de ser implacable cuando se trata de puntualidad y no tolera la impuntualidad de sus colaboradores.
El CEO, cuyo reloj parece avanzar a una velocidad diferente, se irrita profundamente cuando las reuniones no comienzan en el minuto exacto programado. Dicen por ahí que ha implementado medidas estrictas para aquellos que desafían su regla de oro: llegar tarde es sinónimo de desafiar la autoridad del tiempo y, por ende, de la empresa.
Los empleados, conscientes del temperamento del CEO, han desarrollado una cultura interna de ser puntual a rajatabla pero… ¿es gobernar apoyándose en el miedo y temor hacia su persona una buena idea?
Sólo el tiempo lo dirá…¡nunca mejor dicho!